Ojos como lagos dormidos

 

 

Ian Weizman se inclinó hacia el enmarcado retrato de toda una belleza rubia, que le sonreía cautivadoramente y con una dulzura y perfección en las líneas de su rostro que le dejó atónito. Aquella bella muchacha no parecía siciliana, pero sí debía ser al natural muy hermosa (...) Tenía los cabellos totalmente rubios, se adivinaban sus grandes ojos intensamente azules y tranquilos como lagos dormidos y la doble hilera de sus dientes muy blancos, simétricos y deliciosamente perfectos, era lo que prestaba a su sonrisa perpetuada en la fotografía un extraño atractivo que sugestionaba.

(Lucky Marty, Rubia lanzallamas. Ediciones Ceres, 1982). 

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