Quien busca encuentra
Se sentía orgulloso de haber alcanzado el dominio de la técnica necesaria para perfeccionar, a su juicio, las historias de otros, como si éstas le pertenecieran por entero, o como si, a través del hurto, se apropiara sin más de ellas (...).
Continuó confesando que algunas lecturas impulsivas e imprevisibles le brindaron pequeños estímulos literarios a salto de mata, animándolo, perentoriamente, a escribir, y no tanto, por el simple efecto emulador, como cabría pensar, sino por una inexorable alucinación transitoria. Ahí le lanzó a Ella esta pregunta esquiva:
-¿A ti nunca te ha sucedido algo similar?...
Ella le respondió con una sonrisa pragmática, característica de sus tranquilos gestos habituales, envolviendo esta sentencia:
-Quien busca encuentra.
(Fernando Fonseca, Pequeño laberinto armónico. Eolas Ediciones, 2018).
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