El cortaplumas
El caso de Coleridge es mi favorito: mientras recitaba un largo poema a Charles Lamb, agarró a su amigo por un botón de la chaqueta para que no pudiera escabullirse. Lamb sacó entonces un cortaplumas, desprendió el botón y salió a todo correr por la portezuela del jardín en el que se había quedado atrapado. Lamb escribiría: "Cinco horas más tarde, cuando pasé por el jardín camino de mi casa, oí la voz de Coleridge, me asomé y allí seguía él: con los ojos cerrados, el botón sujeto en los dedos y agitando con donaire la mano derecha, tal y como lo había dejado". Vale la pena recordar que todo lector lleva consigo un cortaplumas metafórico.
(Richard Cohen, Cómo piensan los escritores. Blackie Books, 2018. Traducción de Laura Ibáñez).
Tuvo buenos reflejos, escapó en el momento oportuno.
ResponderEliminarY eso que Lamb era un bendito.
ResponderEliminar