Brasa delatora


      El fulgor de una cerilla ilumnó brevemente la cara del "gangster". Encendió un cigarrillo. Flotando en la oscuridad quedó la llama delatora.
      Con un temblor súbito en la mano, Linda alzó el revólver. Estaba dispuesta a todo.
      Tuvo que esperar más de un minuto, hasta que sus dedos dejaron de temblar.
      Apuntó algo más bajo que la punta del cigarrillo, que seguía entre los labios del guardián.
      Una fracción de segundo después de apretar el gatillo, la brasa encendida cayó al suelo.
      Pero ella supo que no había hecho blanco. Lo supo incluso antes de comprender que el malhechor avanzaba hacia ella profiriendo soeces maldiciones.

(Jan Hutton, De cebo, un "gangster". Editorial Rollán, 1950).
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