Dedos de acero


    Y corriendo tras él, disparó consecutivamente hasta cuartro veces, gastando los cuatro proyectiles que quedaban en su colt; a cada disparo, el duro capataz saltaba como un simio emitiendo gruñidos de fiero folor y seguía corriendo con menos vigor, hasta que de repente, cayó al suelo y se volvió hacia arriba en un gesto desesperado de defensa.
    Su revólver sin recargar salió volando despedido de su mano y fue a dar de refilón en la frente de su enemigo abriéndole una herida en el lugar del impacto, pero Cravat ya era insensible al dolor. Solo le acuciaba el ansia de acabar con aquella fiera que con el cuerpo lleno de plomo aún daba coletazos de serpiente boa.
    Y se arrojó sobre él echándole las manos al cuello. "El Irlandés", reuniendo las pocas fuerzas que la pérdida de sangre le permitían usar, trató de defenderse, pero los dedos de acero de Cravat tenían la fuerza de las garras de un gavilán y apretaban con ansia infinita obligando a su víctima a saltar el cuerpo herido sobre la tierra en espasmos de dura agonía.

(W.Martyn, No hay enemigo pequeño. Colección "Rodeo", Editorial Cies, ca. 1947)

Comentarios

(2)
  1. Qué bonita metáfora: "Los dedos de acero de Cravat tenían la fuerza de las garras de un gavilán".

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  2. Metáforas entre tópicos. Esta parece ser la clave de estos textos.

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