Extraños roedores

El Curso de Historia Natural, Fisiología e Higiene (1883), del P. Ramón Martínez Vigil (1840-1904), de la orden de predicadores, catedrático de esta asignatura en la Real y Pontificia Universidad de Manila y que llegó a obispo de Oviedo, es un tratado curioso, escrito "según los principios de santo Tomás de Aquino". De acuedo con estos principios, la descripción de las especies zoológicas no va de los estadios más elementales de la vida a los más evolucionados, sino justo al revés: empieza con el hombre, el rey de la Creación, y termina en los animales más ínfimos, como los infusorios. Es claro que Martínez Vigil no era darwinista.
Pues bien, estaba hojeando dicho manual cuando, en la página 89 me topo con la siguiente ilustración.


¿Pero qué es esto?, me pregunto. Rápidamente busco en el texto y allí me entero de que se trata de un roedor claviculado llamado zemni o rata topo, perteneciente a la especie Georichus typblus, el cual "mide diez y ocho pulgadas de longitud, tiene el pelo fino y espeso, y se alimenta de raíces bulbosas". Vale. No me había repuesto del susto cuando, al volver la página, me encuentro con esta otra criatura.


¿Y qué bicho es este? me vuelvo a preguntar. Y la respuesta, en el texto, me dice que es otro claviculado, el Dipus jacutus, más conocido como alactaga, el cual difiere del gerbo, tipo del género, "en que tiene dos pequeños dedos laterales en las extremidades posteriores, el pelo menos rojo, la cabeza más larga, y las orejas desnudas y más largas que la cabeza". También me entero de que "el pueblo de Madrid hasta hace poco llamaba gerbo al canguro, que ciertamente no pertenece a este orden, sino a los monotremas." Siempre se aprende algo nuevo.

Comentarios

(5)
  1. Dipus jacutus da el tipo para ilustrar relatos fantásticos, ¿quedará algún ejemplar vivo?
    Martínez Vigil en su tratado y por lo que cuentas, aunque se agarre a santo Tomás, quiso presentar una historia de la evolución igual de lineal que la de Darwin pero a la inversa. Desde luego, no estaba nada mal si abarcó todas las especies conocidas en esa época y con tal detalle. A lo mejor ni siquiera hizo una expedición alrededor del mundo, le bastó con estar junto al brasero y caminar de la biblioteca a casa.

    ResponderEliminar
  2. Pues sí, tal parece un tratado de evolución animal al revés. Fuera de esto, el libro del dominico está lleno de informaciones interesantes y curiosas, que no se encuentran em los trtados actuales.

    ResponderEliminar
  3. ¡Ay!, hoy no me sorprendes Jorge, acabo de ver el documental _La vida en nosotros_ y estamos llenos de bichitos de todas las clases.
    Así que este roedor me parece simpático:)

    ResponderEliminar
  4. A estos roedores, si los ves te pueden hacer gracia; pero a los "invisibles", que habitan en nuestro cuerpo, mejor que no los veamos...

    ResponderEliminar
  5. jaja... pues no veas el documental que no dormirás por las noches.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario