Livor


Menfils fijó sus ojos en aquellas líneas trazadas toscamente: "Si hablas, no tardarás en morir. De tu silencio depende tu vida." Al fin, el altivo aristócrata se hubo de rendir ante la evidencia. Por unos segundos, evocó la cruel escena descrita por la muchacha, como si la hubiese presenciado, y sus facciones correctas se endurecieron hasta tornarse crueles... Luego volvióse hacia Katia, que, palidísima, había inclinado su cabeza desmayadamente sobre el respaldo del sillón, en tanto sus párpados se cerraban. El livor de las ojeras ponía unas sombras oscuras sobre los delicados pómulos, dando a su pequeño rostro un tono enfermizo.

(E. Aguilar de Rücker, Una mujer en peligro, Editorial Bruguera, 1962)

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