La palabrera
En el taller, sobre una tarima de superficie rombal, reposaba majestuosa La Máquina de la Ilusión y el Albedrío, que era así como María Salesa y él decidieron llamar al invento; bien es cierto que, como suele suceder con esos padres melindrosos que deciden bautizar pomposamente a su hijo con tres o más nombres para concederle un aura de distinción que le acompañe de por vida, total para terminar llamándolo con un hipocarítico o un apodo del tipo Toto, Cary, Nené, Toni o La Bizquita, a La Máquina de la Ilusión y el Albedrío terminaron por llamarla, y así lo hacía todo el mundo, La Palbrera sin más (...).
Ay, La Palabrera..., ese invento de Verbo Paulatino; esto es, máquina lexicográfica capaz de destilar significados y valores semánticos para, a partir de dicha elaboración, indagar y abrir nuevos caminos que llevaran al hallazgo rápido y cómodo de un vocablo concreto, por regla general bien escondido en el diccionario, y no digamos en la memoria de los usuarios del idioma. Incluso estaba preparada -ya es el no va más- para la lixiviación de las palabras, siendo capaz, una vez tomadas éstas, de separar sus partes esenciales, dejando a un lado las partes solubles y a otro las insolubles.
(Fernando Fonseca, Apabullante silencio extranjero. Pez de Plata, 2014)
La máquina de la ilusión y el albedrío, quisiera tenerla conmigo. Albedrío es la libertad de elección y la ilusión, el deseo, a veces una quimera, que casi nunca se materializa . Extraña combinación.
ResponderEliminarCierto, no vendría nada mal disponer de una máquina como esta.
ResponderEliminar