Cuando las balas muerden carne
El transportista Dewey se encogió de hombros cuando el forastero, que era alto y delgado, con unos movimientos que denotaban fuerza y agilidad, preguntó:
- ¿Cuándo hemos de volver a desenfundar?
- Cuando las balas puedan morder carne.
- ¿Y quién ha de determinarlo?
- El sentido común.
- ¡Qué bien hablas! Y dime, ¿dispararás con los dos revólveres?
- No, solo con uno: el derecho.
- ¡Pues mira lo que me dice el sentido común!
El forastero desenfundó el revólver.
El trasnsportista también, haciéndolo cuando el ayudante de mayoral parecía estar decidido a ayudar a su improvisado colaborador.
Del revólver de Dewey salieron los colores más vivos y hermosos, acompañados de un abejorro que rompió huesos, cortó tendones y rasgó tejidos del forastero, el cual quedó con la boca abierta enteramente y el cuerpo encorvado.
(Meadow Castle, 48 horas en la picota. Colección "Colorado", Editorial Bruguera, 1967)
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