Muerte en plomo
Fabray sonrió malignamente. Su mano descendió rápida hacia el revólver. También Mullendore hizo lo propio.
Todos vieron cómo en la mano de Roy Leiver (...) aparecía un revólver y surgían dos llamaradas.
Todo en décimas sde segundo. Como por arte de magia. Aquella mano parecía llevada por el diablo.
Fabray y Mullendore se derrumbaron junto con sus revólveres. Los dos llevaban una estrella de sangre en la frente, en el lugar exacto por donde les había entrado la muerte en plomo.
(Robert Keating, A punta de látigo. Colección Rutas del Oeste, Ediciones Toray, 1967)
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¡Menuda puntería tenia Leiver! Y luego se tomaría un trago, como es natural, después del esfuerzo muñequil.
ResponderEliminar¡Y solo con dos disparos!
ResponderEliminarEstos hombres, siempre matando. Desde luego... :)
ResponderEliminarhttp://youtu.be/69U41WklpbI
Conocí a Robert Keating, cuyo verdadero nombre era Fernando López Quirós, en sus últimos años, cuando vivía en Pola de Siero (Asturias). Era un hombre de lo más pacífico y afable. Le dediqué una entrada en este blog (12-2-2010).
ResponderEliminarGracias Jorge, leeré la entrada detenidamente. Me gusta que me cuentes estos detalles.
ResponderEliminarUn beso