Una chica de saloon



   Sin detenerse a pensar en nada, Forrest se puso en pie tomando a la chica por un brazo, al tiempo que le decía al repugnante rijoso:
   -La señorita no está a gusto en compañía de un degenerado como tú.
   El fulano, que no acababa de creerse lo que estaba oyendo, parpadeó atónito.
   -¡Pe-pero...! ¡Si serás hijo de la grandísima zorra! ¿Es que quieres que te mate, cabrón de mierda?
   Sean comprendió que nunca se podría poner de acuerdo con un tarado mental incapaz de dialogar, razón por la cual, sin pensárselo dos veces, le clavó, violenta, duramente, la rodilla derecha en mitad de los genitales.
   -¡Aaaaaaaag! -rugió, encogiéndose al punto con infinita expresión de dolor.
   -Así se calmarán tus ansias lúbricas, marrano -le explicó con burlona sonrisa. Y dirigiéndose a la mujer que también le miraba asombrada, dijo-: Ven, princesa... El destino acaba de ser terriblemente generoso contigo presentándote al hombre de tu vida.

(Frank Caudett, "El Gutiérrez" City, Editorial Astri, Colección Diligencia, 1986) 

Comentarios

(2)
  1. jeje, desgarrador! qué buena historia. Así se ama ¡sí, señor!.

    Un beso

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  2. Amores que matan...o te dejan muerto.
    Saludos.

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