Un charco de sangre
Ilustración de El hijo de la parroquia, de C. Dickens (Barcelona, 1883)
Entre los ingredientes que caracterizan la prosa narrativa de Charles Dickens se hallan los detalles de todo tipo que encontramos en todas sus novelas, y que proporcionan a las descripciones un realismo, un color y una viveza especiales.Citaré un solo ejemplo.
Hacia el final de Oliver Twist, el malvado Sikes acaba de matar a golpes a la dulce Nancy en una brutal escena. Sikes permanece inmóvil al lado de su víctima sin saber muy bien qué hacer. Arroja una colcha encima del cadáver de la prostituta pero a continuación la retira. En esto escribe Dickens (utilizo la traducción de Enrique Leopoldo de Verneuil en El hijo de la parroquia, de la Biblioteca "Arte y Letras", Barcelona, 1883).
"Sikes sacó entonces la yesca de su bolsillo, encendió fuego y arrojó a la chimenea su pesado garrote; en la extremidad de éste había algunos cabellos de mujer, que se inflamaron chisporroteando, a impulso de una corriente de aire. Este inciodente aterró al asesino, a pesar de la barbarie, y entonces cogiendo el garrote, lo tuvo en el fuego hasta que las llamas lo consumieron. Acto seguido se lavó las manos y se frotó la ropa; pero como había manchas que no era fácil quitar, cortó los pedazos y los arrojó al fuego. Todo el suelo de la habitación era un charco de sangre; hasta las patas del perro estaban llenas". (El subrayado es mío).
¡Ah, el perro...! Abstraídos como estábamos por la tensión del relato, nos habíamos olvidado del fiel perro que siempre acompañaba a Sikes, y que hasta entonces había sido un testigo mudo del crimen cometido por su amo. Pero Dickens no se olvida de él, y al final del espléndido párrafo (no olvidemos tampoco esos cabellos de mujer pegados en la punta del garrote), lo saca a relucir de forma inesperada; eso sí, con las patas manchadas de sangre. Un gran detalle, un detalle de maestro.
En el detalle del perro que acaba cerrando el relato del crimen, se asemeja a Chéjov. El ruso también sabía cómo hacer aparecer elementos, detalles que sobresaltan al lector,sin trucos, que nos hacen caer en la cuenta de que hay vida detrás de las palabras.
ResponderEliminarLas ilustraciones sombrías aterrorizarían a más de una criatura que leyera esa edición de El hijo de la parroquia.
Javier Marías escribió un artículo, a propósito de Dashiell Hammett, en el que alababa su genio narrativo al poner la atención en el estertor de las patas de un perro tras describir un incidente violento. Curiosos paralelismos. De Hammett con Dickens. De Ordaz con Marías.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tan estupendo blog.
Desde luego, Oliver Twist, al menos en la versión no "abreviada" no es lectura para niños. Estoy de acuerdo, Amaltea, en que a más de un crío puede producirle pesadillas su lectura.
ResponderEliminarCésar: no conocía el artículo de Marías, pero nop deja de swer curiosa la coincidencia.
Gracias por vuestros comentarios.