Enanos

Quilp, en el centro, fumando en pipa.
(Ilustración de G. Cattermole para La tienda de antigüedades)

Entre los cientos de personajes de ficción creados por Dickens no podían faltar los enanos (o personas de talla corta, siendo políticamente correctos). En David Copperfield tenemos a Misss Mowcher, que le hace la manicura a Steerforth; figura inspirada, según parece, en la pedicura que atendía a su esposa. Pero el enano dickensiano por excelencia es el villano Daniel Quilp, de La tienda de antigüedades
Dickens no ahorra epítetos desagradables a la hora de describir la fealdad física y la catadura moral del personaje, uno de cuyos rasgos más característicos es una "sonrisa patibularia que, resultado de su nula relación con sentimientos alegres y complacientes, dejaba ver los escasos colmillos descoloridos que aún le quedaban en la boca, prestándole al aspecto de un perro jadeante". 
Quilp es un malvado integral, un sádico y, en al medida que ansía poseer a la pequeña Nell, un pederasta frustrado. Quilp es la personificación del mal, y como el mal no debe triunfar en su novelas, al enano le espera una muerte a la altura de su malévola trayectoria. Al final muere ahogado en las turbias aguas del Támesis, en un memorable pasaje donde la prosa plástica de Dickens brilla de una forma especial:
"El agua jugueteó y se divirtió con aquel bulto fantasmagórico, ora magullándolo contra las pilastras fangosas, ora escondiéndolo en el barro o en los altos hierbajos, ora remolcándolo por encima de piedras quebradas y cascajos, ora fingiendo que se lo tragaba para acto seguido vomitarlo lejos, hasta que, cansada del horrísono juguete, lo arrojó en una ciénaga (un lugar funesto dionde se había ahorcado a piratas con cadenas en noches ventosas) y lo dejó allí para que se decolorara". (Trad. Bernardo Moreno Carrillo).
Es claro que Quiilp carecía de un zurrón (caul) que le evitara de morir ahogado. .     

Comentarios

(2)
  1. Y la guinda que corona la escena es dejar a Quilp en oreo para los restos, como un arenque. El personaje y el destino que le reservó tiene pinta de haber servido como desquite de alguna penosa experiencia con un enano como Quilp. Perdón, quiero decir persona aquejada de una acondroplasia.

    ResponderEliminar
  2. No me extrañaría que en vida conociera Dickens a algún "enano" -aunque no lo fuera físicamente- del que vengarse "literariamente".
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario