Saber la verdad

Richard Yates (1922-1992)

¿Quieres saber la verdad? La verdad es que tienes las uñas rotas y ennegrecidas porque trabajas como una obrera, y sabe Dios cómo vas a poder salir de ese taller de lentes. La verdad es que soy un solado raso de infantería, y probablemente acabarán saltándome la tapa de los sesos. La verdad es que no quiero estar sentado aquí contigo, comiendo este puñetero helado y dejándote hablar y beber mientras el tiempo se me escapa. La verdad es que quisiera aprovechar mi pase para ir a Lynchburg y visitar un casa de putas. Esa es la verdad.
Pero no lo era excactamente. Sabía que no lo era, incluso mientras aspiraba hondo para contener las palabras que tanto pugnaban por salir de sus labios. La auténtica verdad era algo mucho más complicado. Porque no podía negarse que había ido a Nueva York por su propia voluntad, e incluso con cierto sincero entusiasmo. Había ido en busca del refugio, el consuelo que le procuraban las "mentiras" de su madre: su optimismo infundado, su creencia insistente en que una providencia especial brillaría siempre sobre la valiente Alice Prentice y su hijito Bobby, su convicción, contra viento y marea, de que, de alguna manera, los dos eran excepcionales e importantes, y que jamás morirían.

(Una providencia especial, de Richard Yates. Traducción de Jordi Fibla. RBA , Barcelona, 2011)

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