Detectives y geología (I)
Cuando en Estudio en escarlata (1887), de Arthur Conan Doyle, el Dr. Watson repasa las habilidades de su amigo Sherlock Holmes, al referirse a sus conocimientos en geología dice: "Prácticos, pero limitados". En consecuencia, de toda la serie de aventuras del famoso detective de Baker Street muy pocas contienen alusiones geológicas. Tampoco es de extrañar teniendo en cuenta que los métodos científicos de investigación se hallaban entonces poco desarrollados. Es a partir sobre todo de la labor del profesor de criminología austríaco Hans Gross (1847-1915), que empiezan a aplicarse las técnicas instrumentales de análisis a la resolución de casos criminales. Gross había dicho: "La suciedad en los zapatos a menudo nos dice más acerca de dónde ha estado últimamente el poseedor de los zapatos que fatigosas averiguaciones." Seguidor de esta premisa es otro famoso sabueso de ficción, el Dr. John Evelyn Thorndyke, el detective científico creado por R. Austin Freeman.
Al igual de Holmes, Thorndyke tiene un amigo y confidente, Jervis, pero a diferencia de aquel cuenta con la colaboración de un hábil técnico, Polton, que lleva siempre consigo un maletín con un pequeño equipo instrumental para ensayos in situ. El Dr. Thorndyke aprovecha sus profundos conocimientos en materia de geología y paleontología para resolver crímenes; y lo hace siguiendo el "principio de intercambio", enunciado por Edmond Locard (1877-1966), jefe del Laboratorio Técnico de la Policía de Lyon, de la siguiente manera: "Siempre que dos objetos entran en contacto se produce una transferencia de materia." Por ejemplo, en The Shadow of the Wolf (1925), las partículas de roca usadas por un gusano terebélido para construir su tubo son analizadas por Thorndyke, identificando en su composición granos de una roca llamada fonolita, lo que le permite inferir que el cadáver proviene del farallón de Wolf Rock, frente a la costa de Cornualles.
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