Dragones subterráneos
Al naturalista inglés William Kirby se le considera uno de los fundadores de la entomología, especialidad en la que brilló de forma especial con títulos como su monografía sobre las abejas inglesas o Introduction to Entomology (1815-1826), clásica obra en cuatro tomos, escrita en colaboración con su colega William Spence. Kirby fue también muy conocido en su época como autor de The History, Habits and Instincts of Animals (1835), aparecida dentro de los llamados Tratados de Bridgewater, encaminados a resaltar "the Power Wisdom and Goodness of God".
En dicho libro el reverendo Kirby apunta lo posibilidad de que en el interior de la Tierra haya abismos subterráneos que comuniquen con los océanos y en los que vivan dragones. Kirby, que era un hombre muy religioso y creía a pie juntillas en lo que decía la Biblia, cita un fragmento del Apocalipsis en el que se asevera que los animales de la superficie terrestre son distintos a los que habitan en las profundidades. Y como posible prueba de la existencia de aquellos dragones subterráneos se remite Kirby a los restos fósiles de grandes reptiles, como el Megalosaurus, hallados entre los estratos mesozoicos de Oxfordshire.
En dicho libro el reverendo Kirby apunta lo posibilidad de que en el interior de la Tierra haya abismos subterráneos que comuniquen con los océanos y en los que vivan dragones. Kirby, que era un hombre muy religioso y creía a pie juntillas en lo que decía la Biblia, cita un fragmento del Apocalipsis en el que se asevera que los animales de la superficie terrestre son distintos a los que habitan en las profundidades. Y como posible prueba de la existencia de aquellos dragones subterráneos se remite Kirby a los restos fósiles de grandes reptiles, como el Megalosaurus, hallados entre los estratos mesozoicos de Oxfordshire.
A un naturalista del siglo XVIII (o XIX) se le puede perdonar alguna afirmación que hoy sabemos que es absurda. Lo imperdonable es que haya gente que hoy en día diga cosas parecidas, incluso alguno también científico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Jorge, por regalarnos estas curiosidades de la historia de la ciencia.
ResponderEliminarParece que en el siglo XIX, antes del triunfo del positivismo, no eran pocos los científicos de imaginación desbordante, alimentada en algunos casos, como este, por el dogmatismo religioso.
Curiosamente, recuerdo que el primer libro que compré de niño con mis pequeños ahorros fue uno que creo que se titulaba "El instinto de los insectos", un libro de entomología en el que las maravillas de ese mundo de pequeñas criaturas ponían de manifiesto, según el autor, la grandeza de su Creador, Dios.
Saludos.
José Luis: totalmente de acuerdo con lo que dices.
ResponderEliminarBernardo: De estas menudencias curiosas también está hecha la historia de la ciencia.me alegro que sean de tu agrado.
Saludos.