Karel Capek

Ejemplar de Andrias scheuchzeri

Johann Jakob Scheuchzer (1672-1733), naturalista suizo, descubrió en Öhningen un esqueleto fósil que él atribuyó, con no poca imaginación, a los restos de un niño muerto a causa del Diluvio universal. Lo bautizó como Homo diluvii testis. Más tarde Georges Cuvier lo examinó y concluyó que era un hombre sino una salamandra gigante. Finalmente, otro naturalista suizo, también llamado Johann Jakob y apellidado Tschudi, le puso el nombre con el que se ha quedado: Andrias scheuchzeri.
En 1936 el escritor checo Karel Capek (1890-1938) se inspiró en este anfibio extinguido para su novela La guerra de las salamandras (o Guerra con las salamandras, según la edición de la Revista de Occidente, 1950). Capek es autor de obras teatrales (en una de ellas, R.U.R. hacen por vez primera su aparición los robots; y otra, El caso Makropoulos, fue convertida en ópera por Leos Janacek), libros de viajes (uno de ellos por España), ensayos, cuentos (son deliciosos los Apócrifos, recientemente editados) y novelas, varias de ciencia ficción, entre las cuales La guerra de las salamandras (1936) es sin duda una de las mejores.
La novela se inicia cuando un marino descubre en una remota isla indonesia unas extrañas criaturas con forma de grandes salamandras, capaces de caminar de pie y de emitir sonidos. Un científico las identifica como Andrias scheuchzeri vivientes. Al principio son empleadas para extraer conchas perlíferas de los fondos de los mares, pero poco a poco se convierten, sometidas a la codicia de los hombres, en mano de obra baratísima para todo tipo de obras submarinas. Sin embargo, las salamandras aprenden a hablar, adquieren estudios, prosperan, ocupan cargos. La novela adquiere entonces un tono satírico a lo Swift y una mayor carga de crítica social. En el momento en que las salamandras sobrepasan con mucho la población de humanos, aquellas se convierten en una amenaza (la sombra del nazismo sobrevuela la novela) y la guerra es inevitable. Como lo fue en la realidad, aunque Capek no viviera para verlo.

Comentarios

(2)
  1. No está nada mal. Por cómo las describe Capek en su libro creo que esta sería una buena recreación.

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