Minas: carbón
Las minas de carbón son escenario de un buen número de novelas destacables, aunque menor del que en principio cabría esperar a la luz del impacto que este tipo de explotaciones han tenido y tienen en las gentes que viven de ellas. Por lo general la narrativa sobre el mundo de la mina se mueve entre varias coordenadas: en primer lugar, la contraposición entre el mundo subterráneo de la mina y el mundo exterior; en segundo lugar, la tensión entre el progreso y el atraso; y, en tercer lugar, la lucha de los mineros por mejorar su seguridad y sus condiciones de trabajo frente a la avaricia de propietarios y especuladores. Ejemplo emblemático de novela de la mina con marcado carácter social es Germinal (1885), de Émile Zola; ejemplo de otro tipo de novela, añorante de un pasado arcádico y de los encantos de la vida rural es La aldea perdida (1903), de Armando Palacio Valdés.
En un terreno intermedio, con rasgos narrativos que participan en mayor o menor medida de ambos enfoques, es donde se sitúa la mayoría de las novelas "mineras". En este campo, dos regiones destacan por su producción narrativa ligada a la minería del carbón: Asturias y Gales. En la primera encontramos, entre otras, Compás de espera (1954) de Dolores Medio, Sueño de sombra (1959) de Víctor Alperi y Juan Mollá, Los hombres crecen bajo tierra (1961) de Carlos María Ydígoras, El palacio azul de los ingenieros belgas (2003) de Fulgencio Argüelles, y otras de José María Jove, Mauro Muñiz, César Rubín... (véase Literatura y minas en la España de los siglos XIX y XX, de Benigno Delmiro, 2003). (Por cierto, hace unos días, hablando con Armando Murias, gran conocedor del lenguaje de la mina en Asturias, me señalaba lo poco que del habla de los mineros ha trascendido al lenguaje corriente, si exceptuamos la palabra guaje). Fuera de Asturias sobresale La mina (1960) de Armando López Salinas, modelo del realismo social de la época, inspirada en las condiciones reinantes en la zona carbonífera yde pizarras bituminosas de Puertollano.
En cuanto a tierras galesas, es obligado citar La ciudadela (1937) de A. J. Cronin, Qué verde era mi valle (1939) de Richard Llewellyn, y la "Trilogía Mortymer" (1959-1969) de Alexander Cordell. Un caso aparte es el de la novela El alma de los peces (2001) de Antonio Gómez Rufo que tiene como escenario principal la cuenca de lignitos de Köflach-Voistberg (Austria).
En un terreno intermedio, con rasgos narrativos que participan en mayor o menor medida de ambos enfoques, es donde se sitúa la mayoría de las novelas "mineras". En este campo, dos regiones destacan por su producción narrativa ligada a la minería del carbón: Asturias y Gales. En la primera encontramos, entre otras, Compás de espera (1954) de Dolores Medio, Sueño de sombra (1959) de Víctor Alperi y Juan Mollá, Los hombres crecen bajo tierra (1961) de Carlos María Ydígoras, El palacio azul de los ingenieros belgas (2003) de Fulgencio Argüelles, y otras de José María Jove, Mauro Muñiz, César Rubín... (véase Literatura y minas en la España de los siglos XIX y XX, de Benigno Delmiro, 2003). (Por cierto, hace unos días, hablando con Armando Murias, gran conocedor del lenguaje de la mina en Asturias, me señalaba lo poco que del habla de los mineros ha trascendido al lenguaje corriente, si exceptuamos la palabra guaje). Fuera de Asturias sobresale La mina (1960) de Armando López Salinas, modelo del realismo social de la época, inspirada en las condiciones reinantes en la zona carbonífera yde pizarras bituminosas de Puertollano.
En cuanto a tierras galesas, es obligado citar La ciudadela (1937) de A. J. Cronin, Qué verde era mi valle (1939) de Richard Llewellyn, y la "Trilogía Mortymer" (1959-1969) de Alexander Cordell. Un caso aparte es el de la novela El alma de los peces (2001) de Antonio Gómez Rufo que tiene como escenario principal la cuenca de lignitos de Köflach-Voistberg (Austria).
Buena memoria, Jorge. ¿Cómo estás?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Antonio Gómez Rufo
Buena memoria, amigo Jorge. ¿Cómo estás?
ResponderEliminarUn fuette abrazo
Antonio Gómez Rufo
Gracias por contactar conmigo, Antonio. Suelo guardar memoria si la obra es buena, y la tuya lo es.
ResponderEliminarA ver si algún día nos podemos conocer personalmente.
Un fuerte abrazo.