Lasheras
De los antiguamente llamados reinos de la Naturaleza -el animal, el vegetal y el mineral- los dos primeros han surtido profusamente a la poesía. La fauna –recordemos tan solo las fábulas protagonizadas por animales- y la flora –árboles, flores, bosques…- han suministrado a lo largo del tiempo una gran variedad de imágenes y metáforas poéticas. Menos transitada, la gea ha sido utilizada en algunos casos como representación de algo inerte o inmutable, cosa que, evidentemente, no se corresponde con la realidad. En cualquier caso, parece que resulta más difícil encajar en un poema un anticlinal o una casiterita que un cisne o un nenúfar.
Deshaciendo tópicos, Javier Lasheras nos presenta en su último y espléndido poemario Fundición (2008) un hermoso poema erótico con un inusual léxico “geológico”. Este es el poema:
PAVANA PARA CUATRO MANOS
No basta con oir la música; además hay que verla.
Igor Stravinski
las mujeres que he amado y abro mis manos
para ver el extraño presente de sus cuerpos
del río de lava o mar en calma, mis pulmones crujen
como la estela de un asteroide sin destino.
Pero si te miro, sonrisa mineral del paraíso,
de la lumbre serena de tus manos me llega
ese quiero ser tu piedra y tu horizonte,
tu última herida...
Y aquí yago, besando el origen del mundo
mientras tú entretejes triángulos de agua
en la partitura geológica de nuestra carne
-este olor de cuerpos a café recién hecho-,
la música que vemos cuando nos tocamos.
Deshaciendo tópicos, Javier Lasheras nos presenta en su último y espléndido poemario Fundición (2008) un hermoso poema erótico con un inusual léxico “geológico”. Este es el poema:
PAVANA PARA CUATRO MANOS
No basta con oir la música; además hay que verla.
Igor Stravinski
las mujeres que he amado y abro mis manos
para ver el extraño presente de sus cuerpos
del río de lava o mar en calma, mis pulmones crujen
como la estela de un asteroide sin destino.
Pero si te miro, sonrisa mineral del paraíso,
de la lumbre serena de tus manos me llega
ese quiero ser tu piedra y tu horizonte,
tu última herida...
Y aquí yago, besando el origen del mundo
mientras tú entretejes triángulos de agua
en la partitura geológica de nuestra carne
-este olor de cuerpos a café recién hecho-,
la música que vemos cuando nos tocamos.
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