Capote, Ruark y otros (I)
En julio pasado las autoridades locales colocaron en Palamós una placa recordando la estancia del escritor Truman Capote. Capote estuvo en la villa gerundense en varias ocasiones, de primavera a otoño, entre 1960 y 1963. Lejos del ajetreo neoyorquino, el autor de Desayuno con diamantes encontró en aquel rincón de la Costa Brava la calma y la tranquilidad necesarias para seguir escribiendo la obra que le daría mayor fama y reconocimiento: A sangre fría. Los dos primeros años Capote y su amante Jack Dunphy residieron en una casa junto a la playa de La Catifa; para los dos siguientes alquilaron un chalet, con cala privada, en S’Anià, al norte de Palamós. ¿Por qué Capote eligió, entre otros muchos lugares, Palamós? La respuesta está en Robert Ruark.
Hoy en día todo el mundo sabe quién fue Truman Capote pero pocos se acuerdan de Robert Ruark. Y, sin embargo, hubo un tiempo en que Ruark era mucho más popular y conocido que Capote. Los dos eran escritores de éxito, compatriotas y sureños. Ruark le habló a Capote del chalet que tenía en Es Monestri, en el término municipal de Sant Antoni de Calonge, junto a Palamós. Ruark había venido por primera vez a Palamós en 1953, porque se lo había recomendado la actriz inglesa Madeleine Carroll, que tenía una villa en Torre Valentina, Calonge. Lo cierto es que Ruark convenció a Capote para que viniera a aquel lugar todavía virgen del turismo masivo, y que en cierto modo recordaba el pueblito de pescadores descrito con tono idílico en Voces del viejo mar, del escritor británico Norman Lewis. Capote aceptó la invitación y Ruark le alquiló la casa que habitaba su secretario Alan Ritchie (de quien, por cierto, acaba de aparecer su libro de recuerdos Ruark Remembered: By The Man Who Knew Him Best).
Curiosamente, Capote y Ruark no se vieron mucho en Palamós. Ruark viajaba a menudo y, por otro lado, no congeniaba demasiado con los amigos de Capote. Éste, al parecer, se llevaba mejor con su mujer, Virginia Ruark. Ruark solía pasearse en su Rolls Royce, Capote con su bulldog llamado Charlie J. Fatburger. Durante su primera estancia Capote tuvo ocasión de visitar en su casa de Begur al músico Artie Shaw, ex marido de Ava Gardner (la cual había rodado en 1950 Pandora y el holandés errante en la cercana Tossa de Mar), y más tarde de agasajar a selectos invitados como Cecil Beaton, Noël Coward y Gloria Vanderbilt. Robert Ruark murió en 1965, en Londres, y sus restos, por deseo propio, descansan en el cementerio de Palamós. Tiene en el pueblo una pequeña calle con su nombre; lo que no tiene es una placa que recuerde sus años de residencia.
Hoy en día todo el mundo sabe quién fue Truman Capote pero pocos se acuerdan de Robert Ruark. Y, sin embargo, hubo un tiempo en que Ruark era mucho más popular y conocido que Capote. Los dos eran escritores de éxito, compatriotas y sureños. Ruark le habló a Capote del chalet que tenía en Es Monestri, en el término municipal de Sant Antoni de Calonge, junto a Palamós. Ruark había venido por primera vez a Palamós en 1953, porque se lo había recomendado la actriz inglesa Madeleine Carroll, que tenía una villa en Torre Valentina, Calonge. Lo cierto es que Ruark convenció a Capote para que viniera a aquel lugar todavía virgen del turismo masivo, y que en cierto modo recordaba el pueblito de pescadores descrito con tono idílico en Voces del viejo mar, del escritor británico Norman Lewis. Capote aceptó la invitación y Ruark le alquiló la casa que habitaba su secretario Alan Ritchie (de quien, por cierto, acaba de aparecer su libro de recuerdos Ruark Remembered: By The Man Who Knew Him Best).
Curiosamente, Capote y Ruark no se vieron mucho en Palamós. Ruark viajaba a menudo y, por otro lado, no congeniaba demasiado con los amigos de Capote. Éste, al parecer, se llevaba mejor con su mujer, Virginia Ruark. Ruark solía pasearse en su Rolls Royce, Capote con su bulldog llamado Charlie J. Fatburger. Durante su primera estancia Capote tuvo ocasión de visitar en su casa de Begur al músico Artie Shaw, ex marido de Ava Gardner (la cual había rodado en 1950 Pandora y el holandés errante en la cercana Tossa de Mar), y más tarde de agasajar a selectos invitados como Cecil Beaton, Noël Coward y Gloria Vanderbilt. Robert Ruark murió en 1965, en Londres, y sus restos, por deseo propio, descansan en el cementerio de Palamós. Tiene en el pueblo una pequeña calle con su nombre; lo que no tiene es una placa que recuerde sus años de residencia.
Ya estás tú para eso. Excelente. Saludos.
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