Un poema de Kenneth Koch

TÚ LLEVABAS PUESTA

Llevabas puesta tu blusa Edgar Allan Poe de algodón estampado. En cada cuadrado en que se dividía la blusa había un retrato de Edgar Allan Poe. Tu cabello era rubio y estabas guapa. Me preguntaste: “¿La mayoría de los chicos creen que casi todas las chicas son malas? Sentí el olor de moho de tu habitación del hotel de la playa en tu cabello bien sujetado por un clip John Greenleaf Whittier. “No”, dije, “son las chicas las que creen que los chicos son malos”. Después leímos juntos Snowbound.

Dimos vueltas por el desván, hasta el punto que un poco del charol azul de mis zapatos George Washington, Padre de su Patria, quedó rascado. La madre se paseaba en el cuarto de estar, con su peine Valses de Strauss en el pelo. Esperamos un poco y luego nos unimos a ella, sólo para tomar el té en tazas pintadas con retratos de Herman Melville. También con ilustraciones de su libro Moby Dick y de su relato Benito Cereno.

Entró el padre con su corbata Dick Tracy: “¿Qué tal hace un trago, todos? Yo dije: “Salgamos fuera un rato”. Entonces fuimos hasta el porche y nos sentamos en un sofá-columpio Abraham Lincoln. Tú te sentaste sobre los ojos, boca, y parte de la barba, y yo sobre las rodillas.

En el patio al otro lado de la calle había un muñeco de nieve sosteniendo una tapa de cubo de basura aplastada como si fuera el rey inglés loco, Jorge III.


(Versión en prosa: J.O.)

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