Poesía y ciencia

Mostrar, poner de manifiesto, las relaciones no siempre comprensivas entre la poesía y la ciencia, es un tema apasionante. En este sentido se echaba de menos una antología, en lengua española, de poemas que tuviesen a la ciencia y a los científicos como inspiradores de los mismos. Una selección de estas características está ya en las librerías y se titula Explorando el mundo. Poesía de la ciencia. Antología: de Lucrecio a nuestros días (Gadir, 2006). La edición ha corrido a cargo de Miguel García Posada y, como reza la contraportada, "es una ambiciosa antología, la primera publicada en España, dedicada a ilustrar la relación entre ciencia y poesía entre saber científico y arte poético".
El empeño es loable, el resultado no tanto. A pesar de tratarse de una muestra "universal", las dos terceras partes del libro lo constituyen autores españoles e hispanoamericanos que, digámoslo claramente, no son precisamente los que más se han distinguido en su afección por la ciencia. Más bien al contrario. Lo que ha primado a lo largo de la historia es la falta de interés, cuando no el nulo respeto, por las cuestiones científicas y tecnológicas. Recordemos, por ejemplo, aquellos arrebatados poetas románticos capaces de escribir "abrasador polo" (Roca de Togores), "Para y óyeme ¡oh Sol! Yo te saludo" (Espronceda), o confundir las golondrinas con los aviones o vencejos (Bécquer). Ni siquiera apelando a la generosas licencias poéticas se libran de tales gazapos.
En Explorando el mundo seguramente merecen estar los que están, pero desde luego no están todos lo que deberían estar. Nada que objetar, pues la subjetividad es regla en toda antología. No obstante, echo de menos en el libro algunos representantes significativos. Por referirme solo a los de habla española, no hay un solo fragmento del poco conocido, pero quizás mejor poema "científico" del siglo XIX, el Poema físico-astronómico, del marino Gabriel Císcar, publicado en Gibraltar -donde había tenido que refugiarse el autor- en 1828. Echo en falta igualmente al ingeniero de caminos Melchor de Palau, posiblemente el poeta de la Restauración que se tomó más en serio la ciencia. Algunos poemas suyos como "La poesía y la ciencia", "A la Geología" o "La unidad de las fuerzas" no deberían haber faltado en la citada selección. Y cómo no, también, a su contemporáneo Joaquín María Bartrina, el escéptico e irónico autor de "Contra Darwin", "Ciencia imposible" o "Madrigal (?) futuro", que dice:


Juan, cabeza sin fósforo, con Juana
paseaba una mañana
(24 Reamur, Viento NE.,
Cielo con Cirrus) por un campo agreste.
Iban los dos mamíferos hablando
cuando Juan se inclinó, con el deseo
de ofrecer a su amada, suspirando,
un Dyanthus Cariophyllus de Linneo.
La hembra aceptó, y a su emoción nerviosa,
en su cardias la diástole y la sístole
se hizo más presurosa,
los vasos capilares de las facies
también se dilataron
y al punto las membranas de su cutis
sonrosado color transparentaron.


En cuanto a los autores de otras lenguas, su representación me parece insuficiente, casi testimonial; y la tónica, similar. Se incluyen poemas cuya relación con la ciencia es meramente tangencial, y faltan otros que se tienen por obras maestras. En este sentido, basta consultar Poems of Science (1984), antología preparada por John Heath-Stubbs y Phillips Salman -y no citada en la Bibliografía de Explorando el mundo-, para darse cuenta de lo que ha sido y es realmente la interconexión poesía-ciencia. Pero menos es nada.

Comentarios

(2)
  1. Por fin, una opinión discrepante de la corriente acrítica. Y, según mi leal saber y entender, justa y bien razonada. Desde luego, acorde con lo que yo creo.

    Sólo echo en falta, no en tu crítica, sino en el libro y su planteamiento, una explicación más detallada de lo que se entiende por "poesía de la ciencia". Recuerdo ahora a una poeta ya talluda, muy premiada y reconocida, que en uno de sus libros más recientes habla de llegar al término del hemisferio sur y dice ver ¡una "aurora boreal"! No sólo le falla el latín sino que goza de una vista excelente.

    Pero para ti, que eres científico, no será novedad que la mayor parte de los ciudadanos vivan en una nube entre oscurantista y supersticiosa con respecto al mundo "físico" que nos rodea, y su funcionamiento. Es una de las asignaturas pendientes de este país, crónica. Una grave tara para nosotros y nuestro futuro.

    Supongo que en los poetas eso se ve exacerbado. Recuerdo a uno, que ganó el Premio Bretón hace unos años. Se me ocurrió (¡iluso de mí!) advertirle de que su texto contenía una errata que lo afeaba, siendo así que era un librito muy jugoso y digno del premio. Le señalé que decía "antidiluviano" donde debía decir "antediluviano". No me entendió. Replicó que nadie usaba esa palabra y que daba lo mismo una cosa que otra. Más: que llegaría un momento en que se admitiría "antidiluviano". No he comprobado si en el ejemplar que poseo, sigue apareciendo la expresión que define al que estaba contra el diluvio. No he tenido ánimos. Yo sí que debo de ser antediluviano.

    Saludos muy cordiales.

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  2. Gracias por tu comentario. Veo que estamos de acuerdo en el asunto. Pero me temo que no temnemos nada que hacer con los "antidiluvianos".
    Saludos.

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