El pulpo

 


En el copo había un parpadeo agónico y blanco de pescado y se movía la parda masa de un pulpo con algo indefinible de víscera o de sexo. Un último esfuerzo. Los pescadores se inclinaron más; luego se irguieron en silencio y contemplaron el mar.

La tercera vez en la mañana. El señor Venancio, el de la nostalgia de los tiempos buenos de la costera, dio una patada al pulpo, que retorció los tentáculos, y, al fin medio dado la vuelta, los extendió tensamente abriéndose como una rara flor.

("Entre el cielo y el mar", en El corazón y otros frutos amargos (1959), de Ignacio Aldecoa. Publicado originalmente en la revista Ateneo en enero de 1955, con el título "Pedro Sánchez entre el cielo y el mar"). 

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