Una novela son palabras, decía Mercè Rodoreda. Y confirmaba la teoría stendhaliana de la selección de los detalles. La novelista observa, recuerda e imagina. Desearía que las tres fuerzas se equilibraran, y borra, en su mente los recuerdos que sobran, por muy bonitas que sean las palabras. Los recuerdos traen las palabras, son anteriores a estas, y estas se convierten en las grandes enemigas. ¡Cuántas veces te enamoraste de una palabra cazada al vuelo en un diccionario! La novelista debe contener la poesía... cuando esta se vuelve demasiado fácil. La novelista imagina que es capaz de crear una nueva vida porque es inmodesta. Han pasado los años y ha descubierto que la literatura nunca es un calco de la vida: ni los realistas, ni los naturalistas extremos lo consiguieron. Y en ello se deja los dientes. (Montserrat Roig, Dime que me quieres aunque sea mentira. Sobre el placer solitario de escribir y el vicio compartido de leer . Traducción de Antonia Picazo Serna. Plankton Press, 2023