Ir al contenido principal

Centellas de Setantí (y II)

Los hombres habladores, que se precian mucho de elocuentes, con el deseo de hablar no consideran ni ahondan bien las cosas; y así, con sobreabundancia de palabras, suelen decir maravillosas necedades.

Dicen que la locura tiene cura; que la necedad es incurable; y que es mejor estar entre dos locos que cerca de un necio, porque el loco, cuando mucho, tira piedras, pero el necio da con el mazo de apretar.

Todos los siglos pasados tuvieron sus enfermedades particulares sobre que buscar remedios convenientes, y según fueron los médicos, se hallaron y se aplicaron; así que, de las corrientes, podemos tener la esperanza que nos promete el saber de los que emprenden la cura.

Si los hombres entendiesen bien el lenguaje del mundo, aprenderían mejor a vivir en él, porque dice las verdades obrando, sin tener respecto a grandes ni pequeños, y muestra los desengaños claros y manifiestos.

Todos los negocios tienen principio, progreso y fin. El principio requiere mucho seso; el progreso, seso y paciencia; y el fin, de cualquiera manera que sea, pide ánimo sosegado. 

Vaya, pues, el mundo como fuere; mude, revuelva el tiempo las costumbres; camine cada cual tras sus antojos; suben los unos y bajen los otros; que pues la vida es brevísima y la muerte común a todos, todas las cosas que vemos son de poca estimación. 

 

(Centellas de varios conceptos, con los avisos de amigos de Don Joaquín Setantí, Caballero catalán del hábito de Montesa. Barcelona, 1614. Edición de Emilio Blanco. José J. de Olañeta Editor y Edicions UIB, 2006).  

Comentarios

  1. Crónicas desde el inframundo14/12/21, 12:59

    Sin hacer de menos al resto, el último párrafo me parece el más jugoso; quizás porque me ha traído inmediatamente a la mente las "Coplas por la muerte de su padre" de Jorge Manrique, un texto que por aquel entonces Setantí ya debía manejar.

    ResponderEliminar
  2. Que la vida es breve y al final todos morimos es un tópico que viene de antiguo. Pero cada clásico lo dice a su manera. La forma de decirlo Setantí no es original pero está bien dicho.

    ResponderEliminar
  3. Se nos informa que la necedad es incurable. Es triste sentencia y ojalá que la ciencia algún día encuentre un tratamiento porque no me quiero llamar a engaño: quien esté libre de haber cometido una necedad que tire la primera piedra. Pero acaso los sabios autores que han escrito sobre la materia se referían al estúpido constante y permanente, no a los ocasionales.

    'De las cinco leyes fundamentales la Quinta es, desde luego, la más conocida y su corolario se cita con mucha frecuencia. Esta ley afirma que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El corolario de la ley dice así: El estúpido es más peligroso que el malvado'.

    Carlo M. Cipolla, "Las leyes fundamentales de la estupidez humana", en Allegro ma non troppo, Grijalvo Mondadori, Barcelona, 1991

    ResponderEliminar
  4. El libro de Cipolla es fundamental, no solo para conocer la magnitud de la estupidez sino el peligro de sus practicantes. Otro libro que creo indispensable es "Historia de la estupidez humana" de Istvan Rath-Vegh (José Janés Editor, 1950).

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra