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Privilegios de galera


 

Es previlegio de galera que las camas que allí se hicieren para los pasajeros y remeros no tengan pies ni cabeceras señaladas, sino que se echen a do pudieren y cupieren, y no como quisieren; es a saber, que a do una noche tuvieren los pies tengan otra la cabeza; y, si por haber merendado castañas o haber cenado rábanos, el compañero se le soltare algún... ya me entendéis, has de hacer cuenta, hermano, que lo soñaste y no decir que lo oíste.

Es previlegio de galera que todas las pulgas que salten por las tablas y todos los piojos que se crían en las costuras y todas las chinches que están en los resquicios, sean comunes a todos, anden entre todos y se repartan por todos y se mantengan entre todos; y si alguno apelare deste previlegio, presumiendo de muy limpio y polido, desde agora le profetizo que, si echa la mano al pescuezo y a la barjuleta halle en el jubón más piojos que en la bolsa dineros (...)

Es previlegio de galera que ni el capitán, ni el cómitre, ni el patrón, ni el piloto, ni el remero, ni el pasajero, puedan tener, ni guardar, ni asconder alguna mujer, suya ni ajena, casada ni soltera; sino que la tal de todos los de la galera ha de ser vista y conocida, y aun de más de dos servida; y como las que allí se atreven ir son más amigas de caridad que de castidad, a las veces acontece que habiéndola traído algún mezquino a su costa, ella hace placer a muchos de la galera...

(Fray Antonio de Guevara, Libro del los inventores del arte del marear
y de muchos trabajos que se pasan en galeras
(Valladolid, 1539).    

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