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Napoleón nunca existió

 


Napoleón puede ser adictivo. Que se lo pregunten, si no, a T. S. Norio que ha escrito El vicio de Napoleón (KRK Ediciones, Oviedo, 2021) para desintoxicarse de él. El propio Norio lo confiesa en su caleidoscópico libro, que categoriza el vicio por el Gran Corso como la obsesión pertinaz por conocerlo absolutamente todo sobre su persona.

Pero, ¿y si Bonaparte no fuera más que un espejismo, una sombra, una ilusión? 

De este parecer a contracorriente de lo comúnmente admitido fue el abogado y periodista sevillano don Serafín Adame y Muñoz, quien publicó otro libro de características igualmente inusuales titulado Napoleón no ha existido jamás (Imprenta de Gómez, Sevilla, 1850), en el que trata de demostrar, "a la luz de la razón y los hechos", la inexistencia de dicho sujeto. Como dice el autor en el prólogo :

Negar la existencia de Napoleón, del general, del cónsul y del Emperador del siglo, según lo que falsamente se nos refiere; negar su vida, sus hazañas, sus acciones, sus batallas, sus triunfos; los mayores y los más pequeños accidentes en que él ha tomado parte; negar su influencia política, militar, religiosa, literaria, artística; negar todo lo que le pertenece cuando todo el mundo lo cree, cuando se tiene de ellos la convicción más profunda, más interior, más íntima, más estrecha, más arraigada; cuando todavía hay quien refiera, como ocular testigo, cuantos hechos ha consignado la historia; cuando hay también quien sienta latir su corazón de ardiente entusiasmo al oir mentar únicamente su nombre, ese nombre simpático y arrebatador que tantas veces ha llevado a la victoria a sus formidables legiones: finalmente, demostrar negándolo todo cuando todo se cree, haciéndole descender de la sublime esfera de los dioses para arrojarlo en la nada, será un proyecto atrevido, pero acaso tenga por fundamento la justicia y la verdad.

Leyendo el libro de T. S. Norio uno colige que el de Serafín Adame, pese al indudable esfuerzo intelectual desarrollado, no alcanza a satisfacer sus audaces objetivos. Sin embargo, ambos son estimables artefactos narrativos que nos hablan del mismo personaje con dos enfoques distintos, uno por vía de la etopeya, el otro a través de la ironía.

A propósito, hoy se cumplen (según se nos refiere) doscientos años de la muerte de Napoléon Bonaparte.        

Comentarios

  1. The Weakest Link6/5/21, 17:10

    Comprendo perfectamente lo complicado que debe ser realizar una aproximación atinada hacia una figura histórica tan controvertida como la de Napoleón. Personalmente, no considero acertados ninguno de los dos enfoques. Ni la grandilocuencia de la etopeya ni la ironía destructiva y gratuita vista desde una óptica Fosterwallaciana. Quizás mi propuesta choque con los historicistas e incluso con algún novelista pero a mi modo de ver, saca a la luz lo más valorable de un personaje un tanto siniestro, belicoso y megalomaniaco sin el que sin embargo sería difícil explicar la evolución del continente europeo en los últimos siglos: STANDSTILL "Adelante, Bonaparte"

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    Respuestas
    1. Lo que sí es evidente, cualquiera que sea el enfoque que utilicemos para acercarnos a él, es la enorme fascinación que ha ejercido y ejerce el personaje histórico sobre la mayoría de los mortales, solo comparable a la figura de de Alejandro Magno.

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