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Excentricidades de Heliogábalo

 


Convidaba muchas veces Heliogábalo a sus truhanes y aun a otros chocarreros, y después de que se asentaban a la mesa hacíales poner panes y carnes y frutas y otros manjares preciosos, y éstos eran no verdaderos para que los pudieran comer, sino pintados en tablas para los poder ver y tocar, y lo que es más, que a cada manjar que les ponían pintado habían de beber y se lavar las manos como si de comer estuvieran sucios. Hizo una vez un convite público en el campo de Marcio para el cual hizo venir ocho hombres calvos, y ocho gotosos, y ocho bizcos, y ocho tuertos, y ocho negros, y ocho gordos, y ocho flacos, y ocho gigantes y ocho enanos; y a los gotosos hacía comer en pie, a los gigantes ponía las mesas bajas, y a los enanos muy altas, y a los tuertos ponía el manjar hacia el ojo tuerto, y a los gordos hacía estando en pie que comiesen en el suelo, y a los negros mandaba que atadas atrás las manos comiesen con las bocas, por manera que a cada convidado le entraba lo que comía en mal provecho. Concertaron él y otros romanos viciosos un género de convite muy monstruoso, y fue que se pusieron seis dellos encima del Capitolio y seis en su palacio y seis en el Monte Celio y seis en la Torre de Adriano y seis tras Tíberin y  seis a la puerta salinaria, y tenían sendas trompetas en las manos y todos comían de un manjar y había de beber de un vino, y a un mesmo tiempo, y entre manjar y manjar habían de lavarse las manos y adulterar con sus amigas; y porque supiesen los unos lo que habían de hacer los otros tocaban entre sí las trompetas e instrumentos.   

(Fray Antonio de Guevara, Década de Césares, 1539).

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De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien