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Mostrando entradas de agosto, 2020

Clemente lentitud

    Anatole France (1844-1924)   En El jardín de Epicuro (1895), de Anatole France, hay una reflexión acerca del concepto uniformista del geólogo Charles Lyell (que él hace inglés, pero que era escocés) y su paralelismo con el espíritu  de la humanidad: Un geólogo inglés de inteligencia clara y fácil, Carlos Lyell, formuló cuarenta años atrás la llamada "teoría de las causas actuales", y llegó a demostrar que las variaciones acontecidas en el transcurso de las edades sobre la superficie terrestre no las produjeron, como se creía, cataclismos repentinos, sino causas insensibles y lentas que aún persisten. Conforme a sus ideas, los profundos cambios, cuyos vestigios asombran, sólo son terribles porque los vemos proyectados a través de las edades, pero en realidad se produjeron continua y lentamente. Sin furiosa violencia cambiaron de lecho los mares, y los glaciares descendieron a las llanuras, antes cubiertas de helechos arborescentes. Transformaciones parecidas tienen lugar

Habla Tiresias

  Zeus me dio la posibilidad de vivir siete vidas y esta es una de ellas; no puedo deciros cuál. Estoy casi seguro de que alguno de vosotros habrá visto representado mi personaje en este escenario hace algún tiempo, pero se trataba de actores que hacían de Tiresias. Hoy estoy aquí en persona personalmente porque quiero contaros lo que me ha sucedido a lo largo de todos estos siglos, porque quiero aclarar de una vez por todas el cambio que he sufrido al pasar de persona a personaje.   (Andrea Camilleri, Conversación sobre Tiresias , Altamarea Ediciones, 2020. Traducción de Carlos Clavería Laguarda).   

El Papelero

Benito Jerónimo Feijoo La sala, luego, quedó vacía, pero mágicamente repleta de infinitas ausencias aún presentes, de imágenes desvanecidas y voces extintas que se dirigían insidiosamente sobre la nada, pugnando por no disolverse definitivamente. Sólo, filtrándose a lo lejos, se oyó el ruido de alguna puerta que se cerraba, las pisadas de unos pasos o un grito aislado en la calle. Luego, de debajo de un arca, salió una especie de insecto de dimensiones pavorosas, semejante a una hormiga alada, que se paseó nerviosamente por la sala, escalando los estantes de las librerías, palpando con deleite los lomos de los volúmenes con unos apéndices que le salían de unas formidables mandíbulas. Finalmente, subió a la mesa y se paró ante los papeles escritos mirándolos fijamente, ávido, un buen rato, mientras producía un ruido metálico, muy desagradable. Al terminar, se echó sobre los papeles y, con los dos palpos o apéndices, cortó impecablemente la grafía escrita con tinta y la sorbió en