Ir al contenido principal

Persio Flaco

Aulo Persio Flaco (34 d.C. - 62 d.C.)

A veces los tiempos parecen exigirnos una buena dosis de estoicismo. Por eso leo a Persio. Lo descubrí no hace mucho en una edición comentada del latinista Miguel Dolç publicada por el CSIC de Barcelona en 1949. Aulo Persio Flaco nació en el sño 34 de la era cristiana en Volterra, antigua ciudad etrusca, hijo de una acaudalada familia ecuestre. A los dieciséis años, la edad de la toga viril, el joven Persio tuvo la suerte de trabar amistad con el que iba a ser su mentor y guía, el filósofo estoico Anneo Cornuto, africano de Letis Magna. Su influencia se hará palpable en la obra poética de Persio por la que ha pasado a la historia: las Sátiras.
Breve, como la de Tibulo o de Catulo, fue la vida de Persio, fallecido en una villa cerca de Roma cuando aún no había cumplido veintiocho años. De sus famosas sátiras solo se han conservado seis. No es mucho, pero sí suficiente para colocarlo entre los perdurables clásicos del género. Persio ha sido tradicionalmente tildado de oscuro, pero su pretendida oscuridad se debe más a ciertos aspectos formales de sus versos, un tanto alambicados, que a su edificante y exigente contenido ético.
El preámbulo de la sátira I se abre con una doble exclamación que, según señala Dolç, "acusa limpiamente el tono moral de la misma." A esta sigue una interrupción del interlocutor en clave irónica:

¡Oh preocupaciones de los hombres! ¡Cuánta vacuidad hay en sus asuntos!
-"¿Quién leerá esto?"
¿A mí me lo dices? Nadie, por Hércules.
-"¿Nadie?"
Puede que dos o... quizá nadie.
-"Vergonzoso y deplorabe."
(Traducción: Rosario Cortés, Ediciones Cátedra, 1988).

Y en la Sátira V dice:

Déjate llevar, cojamos las dulzuras de la vida, tus días me
pertenecen, te convertirás en cenizas, sombra y motivo
de conversación; vive sin olvidarte de la muerte, el
tiempo huye, esto que estás diciendo es ya pasado.

Pues eso.

 

Comentarios

  1. Consuela estos versos y son admirables por la profunda reflexión sobre nuestro efímero -e irrelevante- pasar.


    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Los clásicos siempre consuelan y, además, son un refugio en los actuales tiempo.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien