El anciano



La puerta del reacóptero allí detenido estaba abierta y el anciano se acercó y subió al aparato. Sentándose en él, observó la radio, el micrófono y la llave de "abierto" y "cerrado", pasándola de la posición de "cerrado" a "abierto".
-Aquí, les escucho. Su hermano ha muerto, no sigan llamándole. Su hermano ha muerto -dijo, con voz cascada y apenas inteligible.
-¡Atención, atención! ¿Quién es usted? Identifíquese -exigió la voz de Bertini.
-La noche está llegando y la muerte con ella. No sigan llamándole. Es peligroso acercarse aquí, hay que matar o morir.
Tras aquellas palabras, el anciano descendió del aparato y anduvo hacia las cuevas despacio, sin prisas, mientras el cielo se oscurecía cada vez más.

(Ralph Barby, El último reducto. Colección "La Conquista del Espacio", Editorial Bruguera, 1973). 


Comentarios

(1)
  1. Al parecer hubo que ofrecer a una estupenda para que la devorase el monstruo. Es una situación clásica.

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