Ningún hombre es una isla

John Donne (1572-1631)

¿Quién no dirige la mirada al sol cuando éste se alza?; ¿pero quién aparta sus ojos de un cometa cuando éste aparece? ¿Quién no presta oídos a cualquier campana, en cualquier circunstancia en que ésta dobla?; ¿pero quién puede alejarse de esa campana que da paso a un trozo de él mismo fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla, completa en sí misma; cada hombre es un trozo del continente, una parte del todo; si un terrón fuese arrastrado por el mar (y Europa es el más pequeño), sería lo mismo que si fuese un promontorio, que si fuese una finca de tus amigos o tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo estoy involucrado en la humanidad; y, en consecuencia, no envíes nunca a preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.

(John Donne, Devociones, XVII. Versión de Alberto Girri, Editorial Brújula, Buenos Aires, 1969). 

Publicar un comentario