Ir al contenido principal

Thoreau

David Henry Thoreau (1817-1862)

Sin duda David Henry Thoreau está de moda. En su bicentenario se multiplican las ediciones y reediciones de sus obras. Thoreau es el nuevo profeta en un tiempo de falsos profetas.
Pero no siempre ha habido tanta unanimidad en torno a la figura de este trascendentalista, paladín del conservacionismo y la vida retirada. Como ejemplo, he aquí la opinión de Jacques-Fernand Cahen en La literatura norteamericana (Barcelona, 1953):
",,, el verboso Thoreau ahoga en sermones los raros episodios que hubieran podido excitar el interés. Lo que cabe en una frase como, por ejemplo, que el hábito no hace al hombre ni su felicidad, le ocupa cinco o seis páginas; para probar la vanidad de la buena instalación, de las comodidades, del telégrafo (se saben siempre demasiado pronto las malas noticias), de los diarios (¿no es risible saber que tal princesa inglesa está resfriada?), de los ferrocarriles (se va más deprisa a pie, si se tiene en cuenta el tiempo que hay que invertir en ganar el precio del billete) emplea la misma extensión o acaso más. Todas estas diatribas están bien expresadas en su nervioso estilo, es cierto, pero no se llega jamás al final de tales disquisiciones. Sucede como en esos personajes de la ópera que, de cara al público, cantan: "¡Corramos aprisa, corramos!" y se pasan largos minutos inmóviles. Thoreau concluye treinta y seis páginas de alocuciones diciendo:"Apresurémonos en llegar a esta experiencia", para abandonarla tan pronto como la alcanzó."
"El peor juicio sobre Thoreau es el que nos ofrecen sus miles de admiradores, que leen la obra sentados en un buen sillón, a la luz de una lámpara eléctrica, con una buena calefacción central y demás comodidades. Es el libro de un idealista que sin duda tenía los pies sobre la tierra, pero la mirada entre las nubes."
    

Comentarios

  1. Se puede leer a Thoreau y fantasear con una vida libre de ataduras legales, pero es improbable que sus escritos tengan hoy más consecuencia que esa ensoñación. "Todo lo bueno es libre y salvaje" uno de sus lemas que hoy confundiríamos con un reclamo publicitario.

    ResponderEliminar
  2. Pues a mí Thoreau me inspira mucho. No voy a dejar todo lo que tengo para vivir en una cabaña con una cama y una mesa (como hizo él), pero sus escritos me dan que pensar y eso ya es mucho. En estos días donde el minimalismo está tan de moda, se puede decir que Thoreau fue el primer minimalista y es el padre de un movimiento hoy ya mundial. Saludos

    ResponderEliminar
  3. Yo creo que, en el caso de Thoreau una cosa es el mensaje y otro la escritura; y el mensaje es claro que ha calado en mucha gente. Otra cosa es su valoración como escritor.
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra