Ir al contenido principal

El loro del rey Carlos I

El "loro del rey Cartlos I". Ilustración de The Log-Book of a Fisherman
 and aZoologist (1875), de Frank Buckland

A mediados del siglo XIX unos trabajadores que estaban haciendo unas reparaciones en el Castillo de Windsor, descubrieron en una de las viejas chimeneas en desuso un extraño esqueleto. Según la opinión del jefe de la servidumbre se trataría de los restos del loro favorito del rey Carlos I .
El esqueleto fue enviado para su estudio al médico y naturalista Francis T. Buckland, experto en animales raros y nondescripts, y que entonces residía en Windsor como ayudante de cirujano del Segundo Regimiento de los Life Guards.
Buckland lo examinó con detalle y no tardó en reconocer que se trataba de un fraude. Según su dictamen, el curioso objeto no era sino el esqueleto de un conejo, dispuesto en una actitud como de pájaro. El conejo había sido cortado en dos, y la carne arrancada de los huesos, y coloreada en un tono marrón para dar la apariencia de antigüedad. Tiempo después se enteró Buckland de que el falso loro había sido preparado por uno de los life-guards de su regimiento, que quería tenderle una trampa. Pero no era facil engañarlo.

Comentarios

  1. Ay que ver, qué retorcida es la mente humana cuando se quiere... mira que convertir un conejo en un loro... estamos locos o que?

    ResponderEliminar
  2. Seguro que los autores del transformismo conejil, estarían la mar de ufanos con la ocurrencia. Claro que no son los únicos que han intentado colar gato por liebre. Creo que algún científico ha hecho también de las suyas disfrazando huesos y experimentos, todo con tal de ganar notoriedad e influencia.

    ResponderEliminar
  3. Sí, hay más fraudes de estos, algunos muy conseguidos, otros no tanto. A ver si muestro alguno más.

    ResponderEliminar
  4. Ahora los "fakes" son digitales, y no son tan divertidos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien