Se observa en los últimos años un reforzamiento de la corriente ruralista en la literatura española, hasta el punto de que algunos hablan ya de un "neorruralismo". Novelas como Intemperie (2013) de Jesús Carrasco o ensayos como La España vacía (2016) de Sergio del Molino son representativos del renovado interés por el campo en oposición a la novela urbana predominante en los últimas décadas. Sin embargo, siempre ha habido en la narrativa española novelas de ámbito rural. Una de ellas es Los hijos de Máximo Judas , de Luis Landínez, publicada por la editorial Miguel Arimany en 1951 y una de las finalistas del Premio Nadal en 1949. Se trata de la historia sangrienta de una familia de campesinos de Castilla, narrada con vigor realista y con evidentes tintes tremendistas, si bien, de acuerdo con la solapa (seguramente escrita por el propio Landínez), la novela es "nada tremendista, pero profundamente dramática" y su "leit-motiv es la codicia, pasión de seres