Ir al contenido principal

Corrida dieciochesca



El golpe en vago (1835) es una novela histórica de José García de Villalta (1801-1846) que se distingue del resto de las de su género por su carácter anticlerical, en concreto antijesuítico. Es este infrecuente componente, y su colorista prosa, lo que hace que la novela no se caiga de las manos a las primeras de cambio, como la mayoría de novelas históricas españolas de este período. García de Villalta ambienta su obra en Andalucía a mediados del siglo XVIII y proyecta en esta época de ilustración y barbarie su pensamiento netamente liberal. El carácter romántico se refleja tanto en los personajes como en las situaciones y escenarios. En ella entran y salen toreros, curas, bandoleros, majos, gitanos, magistrados, barateros, aristócratas, presidiarios... Los malos, por supuesto, son jesuitas y sus adláteres, a los que Villalta nunca menciona por su nombre sino por el de "alquimistas".
En el capítilo IV del tomo tercero se decribe una corrida de toros. El comienzo no puede ser más pintoresco y desconcertante:
"Estaba la plaza cuajada de gentes de toda clase, tanto vecinos como forasteros (...) Vibró por el aire el fiero acento del clarín que la boca de un negro tocaba. Una compañía de miñones catalanes entró en el circo, y por falta de tambor marchó al son de gaitas gallegas y panderetas hasta haber concluído el despejo."
A continuación desfilan alguaciles, picadores, banderilleros y los célebres matadores Pepe-Hillo y Costillares. El primer toro, "negro clarito", es despachado por Pepe-Hillo a pasa mano y sin muleta. Después "entraron las mulas y se llevaron el cadáver de aquel toro filosófico y bondadoso." El segundo toro, "tostado y de poca talla", levanta con fuerza los caballos y los arrastra por la arena como muñecos. Tras seis caballos muertos el intrépido Pepe-Hillo se apresta a lucir su arte, pero justo en este momento se viene abajo con estrépito el maderamen del balcón del mayordomo y otros andamios y la confusión se adueña de la plaza. Mientras, el toro, "cuyas astas conservaban aún reliquias de las entrañas del picador", campa a sus anchas por el ruedo infundiendo pavor en el acongojado público. Menos mal que, al final, el bizarro diestro Costillares se hace cargo de la situación.


Comentarios

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra