Ir al contenido principal

Himalayas del alma (y 3)


Joan Mascaró Fornés (1897-1987)


ETERNAS PREGUNTAS

      ¿Quién hace que la mente se marche tan lejos? ¿Quién impulsa primero la vida a emprender su viaje? ¿Quién nos mueve a pronunciar estas palabras? ¿Quién es el Espíritu tras la vista y el oído?
      Lo que no puede expresarse con palabras, pero con lo que las palabras se expresan. Debes saber que eso sólo es Brahman, el Espíritu, no lo que aquí adora la gente.
      Lo que no puede pensarse con la mente, pero con lo que la mente puede pensar. Debes saber que eso sólo es Brahman, el Espíritu, no lo que aquí adora la gente.
      Lo que no puede verse con los ojos, pero con lo que el ojo puede ver. Debe saber que eso sólo es Brahman, el Espíritu, no lo que aquí adora la gente.
      Lo que no puede oírse con el oído, pero con lo que el oído puede oir. Debes saber que eso sólo es Brahman, el Espíritu, no lo que aquí adora la gente.
      Late en el pensamiento de quienes lo conocen más allá del pensamiento, de los que imaginan que se le puede alcanzar con el pensamiento. Es desconocido por los eruditos y conocido por los inocentes.

Upanishad Kena, c. 400 a. C.

(Joan Mascaró, Lámparas de fuego. De las Escrituras y la sabiduría del mundo. Ediciones Paidós, 2009. Traducción de Ricard Vela)

Comentarios

  1. Muy atinada la respuesta de Tagore. No todo es traducible cuando se trata de pensamiento simbólico -y oriental- en un contexto cultural tan distinto al que perteneció Joan Mascaró.
    El fragmento de Upanihad Kena se da la mano con el Tao Te king, en la versión de Richard Wilhem, también allí lo paradójico señala por dónde se mueve el espíritu Universal, sea Brahman, Tao o Dios, lejos de lo concreto y visible y aparente.

    ResponderEliminar
  2. Es verdad, si no conoces la lengua nunca sabes si están bien o mal traducidos. Hay que fiarse del traductor. De Mascaró me fío.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra