Ir al contenido principal

Vigny

Alfred de Vigny, fotografiado por Nadar

En mayo de 1978 la revista literaria Europe dedicó un monográfico a Alfred de Vigny (1797-1863). En él Jacques Gaucheron se preguntaba por el lugar que ocupa Vigny dentro de la poesía francesa del siglo XIX, relegado a una zona de penumbra, oscurecido por luminarias contemporáneas como Hugo, Lamartine, Musset, Nerval, Ducasse o Baudelaire (al que por cierto ayudó en sus inicios). Creo que su situación ha cambiado muy poco desde entonces. Cierto que el género poético en el que sobresale Vigny -la poesía narrativa- no es el que más ha prevalecido en nuestro tiempo. Tampoco ayuda que sus poemas no sean precisamente fáciles. En consecuencia muchos críticos tienden a ignorarlo y en cuanto a los lectores me temo que ha perdido definitivamente la partida. ¿Quién lee hoy en día a Vigny?
Sin embargo, si uno se toma la molestia de repasar su obra se encuentra con un corpus de un rigor y una riqueza nada corrientes. Por ejemplo, Servidumbre y grandeza de las armas, si se vence el prejuicio de un título poco atractivo para los tiempos que corren, es un gran libro de relatos de gratísima lectura y su prosa una de las mejores del romanticismo ("Si es verdad, como dice el poeta católico, que no hay dolor tan grande como el acordarse de tiempos felices en la miseria, también lo es el que el alma encuentra una satisfacción al recordar, en tiempos de calma y de libertad, los tiempos de sufrimiento y esclavitud). Como autor dramático, su Chatterton sigue siendo uno de los piezas emblemáticas del período romántico, Stello una narración filosófica avanzada a su tiempo y "Eloa" o "Mort du loup" geniales poemas. A pesar de todo, Vigny sigue invisible a los ojos del lector actual. Pero, como se dice en su mejor poema, "La maison du berger", l'invisible est réel.

Comentarios

  1. Te voy a hacer caso. La frase con la que cierras tu entrada me ha convencido de que merece el rescate y la lectura.

    ResponderEliminar
  2. Su 'Servidumbre y grandeza de las armas' es una elegía de la vida militar y romántica. Recuerdo un pasaje imponente en el que habla de la muerte anónima de los soldados. Hace unos años escribí un texto sobre el bastón de junco.http://retablodelavidaantigua.blogspot.com.es/2012/06/con-un-baston-de-junco.html

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. ¡Bien, ya somos dos!
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien