Ir al contenido principal

Uno cuyo nombre fue escrito en el agua



El tiempo pasa lentamente y acaricia cada hora, cada minuto, cada instante de mi vida, como solo lo saben hacer las manos de los amantes... pero ya nada importa. Ni el tiempo ni sus horas ni la más bella de las damas. Todo desaparece tras el tamiz continuo y perenne del tiempo, del mismo modo que la luz se fuga en las tardes lluviosas de invierno detrás de la poderosa cortina de agua que la ampara; y todo, otra vez todo se convierte en un lienzo en blanco que nada alberga, salvo la esperanza de aquello que puede llegar a ser. Eterna esperanza que cae como un torrente salvaje desde la montaña. Anhelos reconvertidos en desgracias que nos marcan las últimas jornadas. Hombre sin sueños, ni deseo. Estatua inerte de sal, pero de carne y hueso. Aún me queda una última posibilidad, la última, para vencer al paso del tiempo: acabar siendo un recuerdo o un pequeño episodio en vidas ajenas. También me puedo reconvertir en una anécdota revestida de poemas o en un libro que puede ser abierto en la encrucijada del tiempo. Mi cuerpo descansará en un agujero y mis libros lo harán confundidos en grandes o pequeños rimeros, en estanterías anónimas o en desvencijados baúles cargados de nostálicos y efímeros recuerdos.

(Ángel Silvelo Gabriel, Los últimos pasos de John Keats. Playa de Ákaba, 2014)

Comentarios

  1. Clarividente conocimiento del significado del tiempo y de la posteridad como pobre ilusión.
    Es un texto perfecto para empezar con buen pie el otoño, incluso el invierno.

    ResponderEliminar
  2. En efecto, recomendable lectura para este tiempo.
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra