Ir al contenido principal

La Gran Desgracia


El centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial ha propiciado el recuerdo, y en algunos casos la reedición, de novelas que tratan este tema bajo diversas perspectivas. Así, suelen citarse las más conocidas, como Adiós a las armas, de Ernest Hemingway; Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, El fuego, de Henri Barbusse, Tempestades de acero, de Ernst Junger... y otras menos conocidas: El buen soldado Schweik, de Jaroslav Hasek o Los que teníamos doce años, de Ernst Glaeser. (En esta última novela, en la que guerra es vista desde la retaguardia alemana por un adolescente, se dice: "La guerra son nuestros padres").
Pero ahora quiero aquí mencionar un cuento que, a pesar de su brevedad, resume toda la crueldad y el absurdo de la guerra. Se trata de El miedo (Gallo Nero, 2010), del escritor italiano Federico De Roberto (1861-1927), relato crudo y verista, publicado en 1921.
En un pasaje del mismo escribe De Roberto:
    "La guerra es dura, pero, ¡yo resisto!"
    "Era la frase irónica, la cantinela mordaz con la que los humildes soldados de infantería, que se consumían en los fosos de las trincheras, soportaban todas las fatigas, afrontaban todos los peligros y padecían todas las torturas, expresaban el dolor y el desdén contra los orgullosos propósitos que ostentaban los emboscados, los héroes de sillón, los especuladores que se lucraban con la gran desgracia".  

Comentarios

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien