Ir al contenido principal

González Mateos



Una de las más insólitas y estrafalarias autobiografías que conozco se debe a Santiago González Mateos, presbítero y beneficiado de la villa de Laguardia (La Rioja), quien en La vida trágica del Job del siglo XVIII y XIX (1809) nos cuenta sin tapujos los muchos lances y calaveradas de su disparatada vida. González Mateos, clérigo afrancesado que creía en Dios "a su manera", fue odiado y denunciado por sus vecinos y perseguido por la Inquisición. Para Javier Pérez Escohotado, que preparó la edición de este relato autobiográfico (Inventario de disidencias, suma de calamidades, Pepitas de Calabaza, 2010), la Vida de González Mateos "interesa no solo por su descarnado estilo narrativo, sino por el apicarado relato de las fortunas y advesidades de un incómodo sujeto, de un singular ejemplar".
He aquí un breve ejemplo:
" Entre los acasos y juveniles desatinos que como inconsiderado ejecuté, solo diré el siguiente, con solo el qual quedará el lector bien apestado, porque el asunto es de mierda: Juntos varios estudiantes a merendar, se trató por postre quién se comeria un quarteron de escremento; y yo, como menos escrupuloso, prometi egecutarlo; y como a mí es lo mismo dar palabra que cumplirla, se presentó a la mesa en un plato, el qual limpié mui bien, sin fastidio ni dasagrado (interin los espectantes rebentaban de asco solo en verme chupar los dedos); y aseguro que qualquiera que haga la esperiencia le sucederá lo mismo, especialmente cargandola bien de sal, porque es muy insipida y jauda..."

Comentarios

  1. Felicidades por la reedición de Confesiones de un bibliófago. Le dejo en enlace con mi reseña. Un cordial saludo. http://www.subverso.es/?p=3086

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Inma, por su extensa, detallada y positiva reseña.

    ResponderEliminar
  3. González Mateo por lo que se ve, le saca partido a todo.
    Me parece genial.

    Gracias

    ResponderEliminar
  4. Tipo pintoresco donde los haya.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien