Ir al contenido principal

El Más Grande Caracol


En la ciudad de Farsante
provincia de Miententodos
nació entre barro y lodos
un caracol arrogante...

El enorme caracol - veinte y tres metros de largo- tras viajar por varios países apareció un buen día en la ría de Bilbao. Allí le salen al paso diez vapores armados con cañones que tratan de hundirlo, pero el gran caracol acaba con los barcos y, cruzando tierra y mar, llega hasta Nápoles y escala el Vesubio. Vuelve el caracol a España y en Murcia hace estragos en la huertas. Luego, costeando, sube hasta Valencia, donde hace gran destrozo de buñoleros y chufleros. Un catedrático propone atacar al molusco con plomo derretido arrojado desde un globo aerostático. Molesto el caracol con la treta se marcha de Valencia, atraviesa Barcelona y, finalmente, se para en Cardona, frente a la montaña de sal. A un chico se le ocurre tirarle un grano de sal, y logra que el caracol suelte la baba y profiera un estridente chillido. Viendo que aquello puede matarle la gente empieza a llenarle la boca de sal, hasta hacerlo reventar. Todo éll se vuelve agua, quedando la concha vacía. La concha la compró inglés, y

A Londres se la llevaron
por su horrenda dimensión
y una gran exposición
dentro la concha formaron  

Y así termina la "Gran historia de los hechos y estragos del más grande caracol que se ha visto en el mundo"; y así la cuenta J. F. Q. en el romance impreso a mediados del siglo XIX, y que se vendía en Reus, en la librería "La Fleca" de Vda. Juan Grau Gené, calle Aleus, 1.

Comentarios

  1. Muy ingenioso. Deberían reeditarse esos tesoros. Seguro que venderían mucho más de lo que los editores actuales imaginan.

    ResponderEliminar
  2. Me temo que en la era del twitter va a ser difícil volver a los pliegos de cordel, pero gracia, no les falta.

    ResponderEliminar
  3. Precioso el pliego de cordel. En 1996 le grabé a mi madre la versión que ella recordaba (recitada) del mismo y no lo había vuelto a ver. Mil gracias por la información.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de