Ir al contenido principal

De policías (y escritores)


En el libro de memorias Un jardín abandonado por los pájaros, de Marcos Ordóñez, nos habla el autor de su padre, Conrado Ordóñez del Valle que, además de policía, fue libretista de canciones, novelista y asesor de películas como Brigada criminal (1950), de Ignacio F. Iquino. Conrado Ordóñez trabajó a las órdenes del comisario Tomás Gil Llamas, quien de 1944 a 1953 fue jefe de la Brigada de Investigación Criminal de Barcelona.
Brigada criminal se titula también una recopilación de casos criminales acontecidos en Barcelona y aledaños que en 1955 publicaría Gil Llamas en la entonces modesta editorial Planeta. Entre dichos casos figuraba el de la prostituta Carmen Broto Buil, que años más tarde recrearía Juan Marsé en una de sus novelas. El libro de Gil Llamas está escrito sin pretensiones literarias, con una prosa sobria, entre funcional y funcionarial. El comienzo de "El crimen de la calle Amalia" es un buen ejemplo de ello:
"El 9 de marzo de 1944, la portera del número nueve de la calle Aníbal hizo un descubimiento sobrecogedor. En el descansillo del primer piso se tropezó con un envoltorio que contenía la mano ensangrentada de un hombre, cortada a cercén a la altura de la muñeca."
En los años cincuenta un joven de treinta y pocos años, palentino de Villada y escritor por vocación, trabajaba asimismo en la citada BIC. Se llamaba Tomás Salvador y, como nos cuenta Marcos Ordóñez en su libro, era primo hermano de su padre. Salvador publicaría Los atracadores en 1955, uno de los títulos pioneros en España de la llamada novela policiaca o, más tarde, "negra".
Pese a haber ganado en sus inicios premios literarios la crítica le achacaría a Salvador tosquedad y desaliño en el estilo, y este sambenito le habría de acompañar a lo largo de su prolífica carrera literaria. Desde luego Tomás Salvador no fue lo que se dice un estilista, pero tampoco el escritor torpe que nos quiso presentar cierta crítica envarada. Murió en 1984 y, según nos dice Marcos Ordóñez, "en sus últimos años regentó, con un mandilón azul, el quiosco de periódicos de plaza Cataluña, frente al Zurich".

Comentarios

  1. Recuerdo haber visto en la tele "Brigada criminal" cuando era pequeño, y mi recuerdo no es malo. Es más: me gustó mucho. Tengo en la memoria, vagamente, a José Suárez. Por supuesto, si la viera hoy me horrorizaría, casi con toda certeza. Por eso mejor no verla (tampoco hay ocasiones), pero sí hacer memoria.

    ResponderEliminar
  2. Para mí las películas policiacas rodadas en Barcelona en los años 50 son de lo más potable del cine español. Si les quitas la inevitable moralina impuesta por la censura, su acabado final es bastante bueno. Mi preferida es "Distrito quinto", de Julio Coll, con Arturo Fernández y Alberto Closas. Años más tarde Rovira-Beleta rodó una adaptación de la novela de Tomás Salvador "Los atracadores", con Julián Mateos y Agnes Spaak.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. A Tomás Salvador yo lo conocí primero en su faceta de autor de literatura infantil, en la variedad de ciencia-ficción. Guardo igualmente un recuerdo tan grato como borroso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra