Ir al contenido principal

De lo vulgar en literatura


En 1940 Aldous Huxley publicó en la editorial londinense Chatto & Windus un ensayo titulado Vulgarity in Literature. En él Huxley hace una digresión en torno a este concepto tan poco tratado y peor definido en el campo literario. Al igual que lo "obsceno", lo "vulgar" es un concepto de difícil y controvertida definición. Además, el concepto de vulgaridad cambia con el paso del tiempo, las modas y las convenciones. También son distintos los matices de lo vulgar en diferentes idiomas.  
Hay vulgaridad en la esfera de las emociones y el intelecto. Un hombre puede ser malvado o estúpido o apasionado sin ser vulgar. También puede ser vulgarmente bueno, o inteligente o espiritual. Incluso  pertenecer a la clase más alta en un ámbito de actividad y al mismo tiempo situarse en otro a un nivel de lo más bajo. Vivre? Nos valets le feront pour nous, responde Villiers de L'Isle Adam.
En literatura ocurre algo parecido. No es necesario ser un mal escritor para ser vulgar; se puede ser vulgar y sin embargo ser un gran escritor. Para Huxley, Edgar Allan Poe es en muchos de sus poemas rematadamente vulgar. "La sustancia de Poe es refinada; es su forma que es vulgar". Para Huxley, es vulgar en literatura hacer un despliegue de emociones que no se tienen, pero que uno piensa que debería tener, ya que las mejores personas las tienen. Es vulgar tener emociones y expresarlas tan mal, con tantas y tan malas protestas, que uno parece no tener sentimientos naturales, sino fabricarlos mediante un proceso de superchería literaria. Este es, según Huxley, el principal defecto, entre otros, de D'Annunzio o de Romain Rolland. Tampoco escaparían a la vulgaridad, de acuerdo con su opinión, determinados pasajes novelísticos de Balzac y de Dickens.
El ejemplar de Vulgarity in Literature que manejo tiene como curiosidad añadida el haber pertenecido a Peregrine Spencer Churchill (1913-2002), sobrino de Winston Churchill. Dicho ejemplar, adquirido en la librería T. W. Griggs and Co. de Durban, lleva pegado su ex-libris, con el dibujo de un gran halcón peregrino. Solo hay un subrayado a lápiz en todo el libro, y es este: "He conocido a hombres del mayor refinamiento intelectual, cuya vida emocional era repugnantemente vulgar".

Comentarios

  1. ¿Y quién se libra de un toque de vulgaridad? Es propio de la naturaleza humana arrastrarse un rato por el lodo, luego los restos de barro se secan y caen, siempre que el traje sea de buena tela y perfecta hechura. (Y sepamos levantarnos)

    Feliz año 2013, que siga usted bien y que podamos leer su magnífico blog muchos años.

    ResponderEliminar
  2. Sí, tal como la entiende Huxley es muy difícil no caer en algún momento en cierta vulgaridad de estilo.
    Gracias y feliz 2013.

    ResponderEliminar
  3. Por vulgaridad entiendo lo que todo el mundo. Pero Huxley, según su artículo, parece tener otro concepto. Un autor actual que no termina de llevarme del terreno del todo - aunque no escribe mal y lo que cuenta tiene interés en teoría - es John. Me lo ha recordado precisamentee por esa distancia entre sensibilidd personal y literaria, por esa frialdad en lo que cuenta, indicativa de que muestra lo que cree que el lector demanda que tiene que sentir, no lo que siente en realidad. Solo en ese sentido, sería vulgar Banville, no en la acepción más corriente.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Dos erratas, lo siento.
    1) "... llevarme A SU terreno".
    2) "...es John BANVILLE".

    ResponderEliminar
  5. Desde luego la idea de lo vulgar en Huxley se aparta de lo que solemos entender por estos pagos. En cuanto a Banville, lo he leído poco, pero me escama esta insistencia de los críticos en recalcar lo bien que escribe. Por cierto, ¿qué pensaría Huxley de lo que es escribir bien en literatura?
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien