Ir al contenido principal

Peregrinos a Samoa

Tumba de Robert Louis Stevenson en el monte Vaea, Samoa.

La fama y el exótico retiro en los mares del Sur de Robert Louis Stevenson atrajo la atención de no pocos escritores que, como James M. Barrie o Arthur Conan Doyle, esperaban poder ir algún día a Vailima a rendirle homenaje. Algunos, como Jack London, lo consiguieron; otros se quedaron a mitad de camino.
La devoción de Marcel Schwob por Stevenson nació el día en que, durante un viaje en tren, leyó La isla del tesoro. A partir de entonces el autor de Vidas imaginarias no solo se convirtió en el primer valedor de RLS en Francia sino que tradujo sus obras y mantuvo correspondencia con él. En 1901 emprendió su personal peregrinaje a Samoa para visitar la tumba del maestro y de paso buscar un lenitivo para su quebrantada salud. Pero el viaje no puede decirse que fuera un éxito.
Llegó Schwob a Upolu, en Samoa, muy debilitado tras el largo viaje. Lo que había imaginado leyendo los libros de su admirado Stevenson no se parecía en nada a lo que percibió en la realidad. La isla le pareció fea; el clima insoportable y los samoanos más ariscos que hospitalarios. Enfermo y frustrado renunció a visitar la tumba de Stevenson y regresó a Francia.
Unos años antes, en 1892, el novelista John Galsworthy había partido de Inglaterra con destino a Samoa. No alcanzó su objetivo. Lo más cerca que estuvo de Stevenson fue en el puerto australiano de Adelaida, donde en marzo de 1893 optó por reemprender el viaje de regreso en el clíper Torrens. En el buque conoció y trabó amistad con el primer oficial Józef Konrad Korzeniowski, que pronto irrumpiría en el mundo de las letras, gracias, entre otros, a los desvelos de Fanny Sitwell y Sidney Colvin, amigos de Robert L. Stevenson. Curiosos caminos los de la literatura.

Comentarios

Entradas populares

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall