Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de julio, 2011

John Silver

John Silver, según Sainz de Morales Hay imágenes que una vez vistas no se borran. Para mí, la primera vez que vi a John Silver el Largo fue en la cubierta de un libro que aún no había leído. El libro era L'illa del tresor , de la barcelonesa Editorial Joventut, en la segunda edición de 1934 (la primera es de 1926). La traducción era de Joan Arús y las ilustraciones de Yorik. Ahora bien, el retrato de Silver que venía en la cubierta no era de Yorik; la firma del autor figuraba en la esquina inferior derecha y era apenas legible: Sainz de Morales. Con los años he visto muchas representaciones del cocinero pirata, algunas muy conocidas y de soberbio trazo, desde la puntillosa de N. C. Wyeth a la contrahecha de Mervyn Peake, pasando por la realista de Joan Junceda, dibujante catalán de ascendencia asturiana. No obstante, mi idea del viejo Silver continúa siendo la que en su día plasmara Gumersindo Sainz de Morales (1900-1976). El rostro crispado -sin barba, como debe ser-; el ademán,

Páginas buenas, páginas malas

"La escritura de una página buena exige haber escrito muchas malas, y haberlas publicado. Todo lo que vale cuesta, y el grano, por desgracia, no puede separarse de la paja hasta después de recogida la cosecha. La bondad de un escritor equivale siempre a la de su antología." (De Siéntate y escribe , de Roger Wolfe. Huacanamo, S.L., Barcelona, 2011)

Hola o adiós

Bill Williams: "Creo que será mejor que me marche." Susan Hayward: "Sí. Bueno, estamos en Nueva York, donde hola quiere decir adiós." ( Deadline at dawn , 1946, de Harold Clurman. Guión de Clifford Odets, sobre la novela de Cornell Woolrich)

La mujer de las luces

En el número 8 del Diario philosophico, medico, chirurgico , de D. Juan Galisteo y Xiorro, médico de la Corte, correspondiente al año de 1757, puede leerse una nota relativa a un curioso fenómeno de un cuerpo humano. El caso refiere que una de las criadas de D. Juan Galisteo dióse cuenta en diciembre de 1748 que de sus sayas salía una cantidad de chispas, "como las que salen de los carbones suspendidos, y que además de esto veía una banda de luz semejante a una grande llama que se extiende." Prosigue el relator que, movido por la curiosidad, fue a ver a la criada una noche, "y delante de mi se quitó la saya. Luego que esta llegó al suelo, vi una luz semejante a la de aquellos gusanillos que llamamos luceros, de tres a cuatro pulgadas de ancho, especialmente en las extremidades, que correspondían a su vientre y riñones. No vi salir chispas, acaso porque el cuarto no estaba oscuro; pero aunque yo no las vi, dixo ella que las percibía." ¿Y cómo explica el doctor Galis

Mark Twain

Mark Twain (1835-1910) Al igual que otros escritores que pasaron por Hawai -Hermann Melville, Robert L. Stevenson, Jack London...- Mark Twain quedó fascinado por el paisaje volcánico de las islas. En 1866, a la vista del borboteante volcán Kilauea exclamó: "¡Aquí hay motivo para hacer trabajar la imaginación!" En varios de sus papeles incorpora Twain léxico geológico (le gustaban mucho las expresiones "Old Oolitic Silurian" y "Old Red Sandstone") y también se interesó por la escala del tiempo geológico y la edad de la Tierra. Al principio Twain era escéptico con los geólogos y el empleo de la cronología de las eras geológicas, pero a partir de 1884 su visión de estos problemas cambió. Así, en el ensayo de 1903 "¿Se hizo el mundo para el hombre?" (generalmente incluido en el libro póstumo Cartas desde la Tierra ),Twain hace referencia a Lyell y respalda la edad asignada a la Tierra por lord Kelvin, cifrada en unos 100 millones de años; hipótesis a

Los últimos diarios de Jovellanos

Recién se ha publicado el tomo de las Obras Completas de Jovellanos, correspondiente al Diario, 3º (y último), que incluye los cuadernos VII (conclusión) y VIII al XIV (19 de agosto de 1797 a 6 de marzo de 1810). El volumen (de 906 páginas) ha sido editado por el Ayuntamiento de Gijón, el Instituto Feijoo del Siglo XVIII y KRK Ediciones. La edición crítica ha corrido a cargo de María Teresa Caso Machicado, y las notas y selección de ilustraciones de Javier González Santos. Los diarios abarcan, entre otros episodios y viajes, la comisión secreta de La Cavada (Cantabria), los baños de Trillo, el trayecto de León hasta Barcelona camino de prisión, los escritos de Mallorca (cartuja de Valldemosa y castillo de Bellver), la vuelta del destierro, su paso por Jadraque y la vuelta de Cádiz al puerto de Muros en Galicia.

Anatole Broyard

Anatole Broyard (1920-1990) "Recordando ahora las postrimerías de la década de los cuarenta, me da la impresión de que los ciudadanos de los Estados Unidos se enfrentaban a la soledad por primera vez. La soledad era como la mañana después de la guerra, como una resaca descomunal. La guerra había cortado el ritmo existencial del país y cuando intentamos recuperarlo no lo encontramos en ningún lugar: ya no estaba. Era como si una bomba enorme, una explosión de consciencia, hubiese estallado en medio de la vida del país y lo hubiese destrozado todo. Antes de aquella fecha estábamos demasiado ocupados en tirar para adelante, éramos demasiado convencionales para sentirnos solos. El mundo era más pequeño y nosotros lo llenábamos todo." Con estas palabras del libro autobiográfico Kafka Was the Rage (1983), Anatole Broyard trata de reflejar el estado de ánimo de muchos jóvenes como él a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. En el citado libro (hay versión cata

Hemingway, medio siglo

Ernest Hemingway en 1926 (Phot. Culver Pictures) Se cumplen 50 años de la muerte de Ernest Hemingway. Como de él se ha dicho ya casi todo, prefiero no tratar de decir algo nuevo y en su lugar compartir las palabras con que Ignacio Gracia Noriega cierra su artículo a él dedicado, publicado en La Nueva España de 2 de julio: "Escritor de inmenso talento y enormes dotes de síntesis y observación, tuvo y no tuvo: cuando tuvo, lo aprovechó al máximo, cuando no tuvo lo dilapidó. Quedan de él dos o tres libros bellísimos y algunos de los mejores cuentos jamás escritos."

W. E. Henley

William Ernest Henley (1849-1903) (Fotografía de William Nicholson) W. E. Henley ocupa entre los amigos de Robert L. Stevenson un lugar preferente. Su correspondencia es, tras la de Sidney Colvin, la más abultada; colaboraron juntos en obras teatrales, intercambiaron confidencias y se hicieron favores mutuos. Tal parecía que su amistad habría de durar para siempre, pero no fue así. Stevenson conoció a Henley en el invierno de 1875, cuando Leslie Stepheen (el padre de Virginia Woolf) le llevó a la Enfermería Real de Edimburgo, donde aquel se reponía de una amputación del pie. Era de apariencia robusta, pelo rojo, voz cavernosa y reconocido mal genio. Al andar manejaba con soltura la muleta, y no tenía escrúpulos a la hora de emplearla contra quien se terciara. Según palabras de Stevenson, "fue la visión de su lisiada fuerza y maestría lo que engendró al Long John Silver de La isla del tesoro ". (En realidad no solo él inspiró un personaje literario, también su hija, fallecid