Ir al contenido principal

Monstruo heptacéfalo


A mediados del siglo XVII se tuvo noticia de la aparición en Cerdeña de un monstruo humanoide de siete cabezas, siete brazos, grandes orejas y patas terminadas en pezuñas. Informaciones posteriores situaron el monstruo no en la isla mediterránea sino en la comarca de la Cerdaña y también en el Canigó, en el Rosellón. Tal parece deducirse de un impreso anónimo salido de la imprenta madrileña de Diego Díaz, fechado en 1654, y cuyo encabezamiento reza: Copia de una carta embiada (sic) de la ciudad de Girona de 20 de Octubre, a un correspondiente de esta Corte, en que se le da cuenta de un prodigioso Monstruo que fue hallado, y preso en los Montes de Zardaña (sic).
La carta va a compañada de un retrato del citado engendro, y en ella se dan algunos detalles descriptivos. A saber:

Es de estatura de un hombre muy robusto y rehecho de facciones, con siete cabeças y la principal que se ve de cara con un ojo en medio de la frente y las demás con dos ojos cada una, en su lugar natural, orejas de burro y por la dicha cabeça principal haze las acciones como comer y beber y clamar, que lo haze con un extraordinario y espantoso bramido, las demás cabeças se menean, y ven (...) De medio abajo es como un sátiro, con los pies de cabra y hendidos. Del sexo no haze mención...

Según Ana María Carabias, en "Cosmografía y literatura fantástica en el siglo XVII", estos hechos causaron gran sorpresa en D. Pedro Valero Díaz, estudiante salmantino del Colegio Mayor de Oviedo, que envió una copia manuscrita del mismo a su antiguo compañero de colegio, D. Lorenzo Ramírez de Prado; recordándole, de paso, que otro compañero suyo, D. Francisco Mendoza, tenía sus expectativas puestas en la dotación de una cátedra de Decretales de la Universidad, la cual debía otorgar Ramírez de Prado en su calidad de miembro del Consejo encargado de este tipo de nombramientos.

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. s muy propia del barroco esta afición por los seres prodigiosos. Creo recordar que Jerónimo de Barrionuevo en sus avisos menciona algunos casos.

    Y junto a esto decirle que tiene usted un blog interesantísimo.

    Y, por mi parte, un nuevo lector.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por su comentario.
    En efecto, parece que en tiempos de decadencia, proliferan los monstruos de todo tipo.

    ResponderEliminar
  4. ¿Por qué la fascinación del 7? al menos desde la Biblia "setenta veces siete" y el candelabro de siete brazos. En un blog que suelo mirar pseudopodo.wordpress.com uno de los últimos posts se llama siete sietes (espero que le caigan bien los físicos)
    Pero ¿Barroco tiempo de decadencia o en particular España segunda mitad del XVII?

    ResponderEliminar
  5. Que el número siete tiene su carga simbólica me parece evidente, pero desconozco cuál es el significado concreto en este caso.
    En cuanto a la decadencia, me refería a la de la España de la segunda mitad del XVII, no a la del barroco en general, aunque el arte barroco, con toda su exuberancia y teatralidad sirve muy bien para tapar miserias, creo yo.

    ResponderEliminar
  6. Cuán caprichosa es la naturaleza...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Bennett sobre "Ulises"

He aquí una foto clásica. Está tomada en la trastienda de la librería Shakespeare and Company, en París, poco después de la publicación de Ulises de James Joyce. En la foto aparecen Sylvia Beach (izquierda), propietaria de la librería y editora de la novela, y su autor (derecha). Me gustaría, sin embargo, que se fijaran en el cartel que hay detrás: ARNOLD BENNETT ON "ULYSSES".  Bennett fue un prolífico escritor inglés, autor de novelas como Los Clayhanger , Ana de las Cinco Villas o Cuentos de viejas , que alcanzaron en su tiempo enorme popularidad y fueron auténticos bestsellers. Seguidor de la gran tradición novelística del siglo XIX, sus obras iban destinadas preferentemente al llamado gran público, lo cual no quiere decir que no se preocupara por el estilo o la forma narrativa. Para Virginia Woolf y el círculo de Bloomsbury, Bennett representaba el lado más aborrecible de la narrativa y, en consecuencia, era no solo minusvalorado sino desdeñado (se burló de él en el ensa