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Corfú: huellas literarias (IV)

Tumba de Menekrates

"Su bisabuelo Amedeo fue el primer Caffi que se estableciera en la isla jónica (...) Se hizo construir a las afueras de Corfú, cerca de la tumba de Menekrates, un palacete con todo lujo de detalles, servido por diez criados, y con una carroza de seis caballos, con dos lacayos de librea en el pescante, esperándole en la puerta por si le placía irse a ruar con la entretenida de turno. Empezó a gastar el dinero a espuertas, como si lo fabricase, al tiempo que su fama de rastacueros se extendía por toda la isla. Alquitarado gourmet, se trajo de Spalato un cocinero y un repostero que hablaban francés, para que le preparasen las minutas. Llevaba una vida desbaratada y dilapidaba sumas enormes de dinero en banquetes suntuosos, de muchos servicios y con muchos invitados, que acababan inexorablemente en desordenadas y orgiásticas saturnales. Poco a poco fue cuarteando el patrimonio; se aficionó al juego y llegó a perder en una sola noche negocios enteros jugando al monte y a la rolina en las casas de conversación..."

(Jorge Ordaz, Prima donna, o la vida de Angelica Caffi, cantante, 1986)

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Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien