Efigie del poeta José Santos Chocano con su corona de laurel Hacia el final de su vida, en 1855, el anciano poeta Manuel José Quintana fue solemnemente coronado en el Senado por la reina Isabel II, de quien había sido preceptor. Dos años después de aquel honor excepcional, moriría Quintana sin un céntimo, siendo necesario vender los libros que tenía para pagar, entre otras deudas, la de doscientas cincuenta pesetas del traje con el cual asisitió al acto de su coronación. En 1922, al otro lado del Atlántico, otro insigne poeta sería coronado. José Santos Chocano, el "sinsonte" peruano recibió, en el Palacio de Exposiciones de Lima, la corona de laureles de oro de manos de Clemente Palma, hijo del gran Ricardo Palma. En su discurso de agradecimiento, Chocano con voz altisonante pronunció estas palabras: "¡Bienaventurados los pueblos que aman a sus poetas, porque de ellos es el reino de la Inmortalidad!". Años más tarde, en Santiago, acabaría Chocano empeñando la coro