Ir al contenido principal

Corín Tellado

Leo los artículos aparecidos en la prensa asturiana con motivo de la muerte de Corín Tellado y, la verdad, no salgo de mi asombro. La cantidad de elogios y ditirambos apabulla. Un colega de El Comercio, por ejemplo, habla de su "laberinto ficcional imposible de igualar en lengua hispana" y de su "insobornable magisterio de didactismo permanente"; otro en La Nueva España dice que "es una pena que no hubiese sido elegida académica de la lengua." Ya sabemos que a los ojos de los demás todos somos mejores una vez muertos y que en este país solemos reservar las mejores alabanzas para los cadáveres, pero aún así ¿no nos estaremos pasando?
Una cosa es cierta. Corín Tellado escribió más de 4.000 títulos, vendió unos 400 millones de ejemplares y fue la escritora española más leída en el mundo. Son récords de escándalo y por ello merece un respeto. Nadie duda de que Tellado fue una persona sincera, vital, luchadora en tiempos difíciles y trabajadora infatigable (hace unos años le dieron, merecidamente, la medalla del Trabajo). Procuró entretenimiento, placer y evasión a innumerables lectores a lo largo de siete décadas, y esto tiene mucho mérito. No todos los escritores pueden decir lo mismo. Ahora bien, de aquí a ser considerada "la gran dama de las letras hispánicas", "la escritora más defendible que tuvo Asturias" o "un referente para la literatura con mayúsculas" hay, creo, un abismo. Mario Vargas Llosa se ha referido a ella como un "fenómeno sociológico", y es por ahí, creo, por donde hay que valorar su obra. Descanse en paz.

Comentarios

  1. Menos mal. Ya tenía yo un nivel de agobio casi insoportable pensando lo injusto que soy con C.T.; confieso haber leido (mucho tiempo ha) alguna que otra de sus novelitas galantes y nunca jamás se me pasó por la cabeza que eran otra cosa que un agradable pasatiempo para determinadas personas o un: "menos mal si no leen otra cosa, por lo menos que lean eso". Creo que tu juicio sobre su nivel de trabajo y de como logró conseguir mil y una maneras de contar la misma historia es lo acertado. Pero nada más.

    ResponderEliminar
  2. Estoy totalmente de acuerdo contigo.

    ResponderEliminar
  3. Vivimos en un país, o en un mundo, donde parece que sólo se valora lo que es popular o constituye un fenómeno de masas. Siempre he pensado que lo bueno, generalmente, hay que buscarlo, no nos es dado, y eso supone un esfuerzo que la mayoría no parece estar dispuesta a hacer. Yo encuentro un enorme placer en descubrir pequeños tesoros literarios, científicos o musicales (por ejemplo), aunque, confieso, me da rabia que la inmensa mayoria se conforme con lo que le dan, sin el más mínimo espíritu crítico. No pienso perder mi tiempo leyendo las historias de Corín Tellado ni otras similares; simplemente porque hay otras lecturas interesantísimas que descubrir. En cualquier caso merece mis respetos (y sus lectores, por supuesto, también).
    Saludos. Bernardo.

    ResponderEliminar
  4. Totalmente de acuerdo. Me parece un personaje excepcional por muchas cosas pero... literatura...
    Te remito al artículo que escribí para La Voz (no es demasiado brillante, de todos modos: lo escribí a toda prisa). El mejor resumen lo escribió alguien en mi blog: era a la literatura lo que los culebrones al cine de Kubrick.
    Pero era una gran señora, eso sí.

    ResponderEliminar
  5. Perdón, no firmé: JLP

    ResponderEliminar
  6. Totalmente de acuerdo, querido tocayo. Esto de la asturianía a cualquier precio empieza a tener delito...

    Abrazo,
    Jordi Doce

    ResponderEliminar
  7. lupidilup, airin, me alegro de que coincidamos.
    Bernardo: Parece, en efecto, que a la hora de valorar, lo más importante sea la popularidad.
    José Luis: ya había leído tu artículo, escrito con prisas según dices pero pero valiente por lo sincero. Chapeau.
    Gracias, tocayo: Lo que es la exageración y la falta de medida. He contabilizado en tres días, en La Nueva España, 15 páginas enteras dedicadas a Corín Tellado.

    ResponderEliminar
  8. Formidable, Jorge, la foto que te ha hecho José Havel. Estados Unidos, años 50, Comité de Advertencias y Prolegómenos.

    ResponderEliminar
  9. En efecto, Ferrer, la foto está a la altura de este Comité de fabuloso nombre...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien